sábado, 10 de octubre de 2009

UNA INVITACIÓN A PERMANECER EN CRISTO. Jn. 15:1-17

Quiero empezar este sermón citando un fragmento de un ensayo del escritor uruguayo Eduardo Galeano en el que reflexiona sobre el carácter “desechable” de las cosas hoy en día, dice el autor:

“Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.


Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que las relaciones de pareja y hasta la amistad son descartables”.

Vivimos, pues, en la era de lo desechable, si algo no nos sirve, simplemente lo tiramos. Todo resulta susceptible de caducidad. La noción de permanecer es algo relativo, todo depende de las circunstancias. Por estos días la política en Colombia se ha visto marcada por un fenómeno llamado: “transfuguismo” o para decirlo de una manera menos técnica: el “volti-arepismo”, en el cual, los seguidores de un partido se pasan a otro dependiendo de sus conveniencias:

Los de cambio radical se van para la U, los liberales saltan de aquí a allá y ni que decir de algunos conservadores…(esto lo digo con el perdón de algunos apreciados hermanos en Cristo aquí presentes…)
Y es que, quizás una de las cosas más difíciles en la vida sea “permanecer” en algo con lo que nos hayamos comprometido. Y esto sí que se aplica en nuestra vida espiritual, porque de continuo somos acechados por situaciones que nos invitan a renunciar, a salirnos del camino, a deambular por otras rutas. El pecado se nos presenta como un apetitoso bocado al paladar de nuestro corazón, tan insaciable, tan hambriento a veces de emociones “excitantes”! Pero en medio de ese abanico de ofertas sigue retumbando, fuerte y clara, la voz del Maestro a “permanecer” en la fe que se nos ha revelado.

“Hoy meditaremos sobre la necesidad de que como discípulos permanezcamos íntimamente unidos a Jesús en amor para así llevar abundante fruto de amor a otros”.
Lectura del pasaje: Juan 15:1-17.

Hoy nos hará de nuevo la Palabra, una invitación para permanecer en Cristo.
Así entonces consideraremos al menos tres características de esta invitación a permanecer. ¿Qué implica permanecer en Cristo?

I. El modelo
II. Las demandas
III. Los propósitos

Y examinaremos igualmente las implicaciones de rechazar esta invitación a permanecer, así como las implicaciones de aceptarla.

I. EL MODELO

- La vid y los pámpanos v. 1, 5
Recordemos que la vid es el árbol que produce uvas y los pámpanos son las ramas del mismo. Es decir, los pámpanos hacen parte de la vid, están unidos en una especie de “conexión vital”, intrínseca. Y nos dice Jesús que este es el modelo de discipulado que debemos tener. La posibilidad de que una rama dé fruto depende de su conexión vital con la vid, si pierde esta conexión, entonces la rama o el pámpano, simplemente no puede dar fruto por sí solo. Y exactamente lo mismo aplica en nuestra relación con Jesús. Sólo podemos dar mucho fruto si permanecemos unidos a él, pues de lo contrario terminamos siendo estériles.

Y nos dice el v. 2 que “todo pámpano que en mi no lleva fruto lo… quitará”. Y esto me hace pensar en:

- La misericordia de Dios
Porque si fuésemos aquí sometidos a un test que midiera la cantidad y calidad de nuestro fruto, creo que muchos de nosotros nos quedaríamos colgados (y no del árbol exactamente…)

¿Qué tipo de pámpano eres? De esos que cuando el Padre observa, están produciendo fruto en abundancia, o de esos que él lleva ahí, años, esperando que dé algún fruto y muy poco o nada? ¡Qué misericordia la de Dios! ¡Cómo nos espera, cómo retiene la hoz para no cortarnos definitivamente de su viña! ¡Cómo nos soporta!
Por eso dice el salmista: “Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad” Sal. 138:2. Pero no podemos olvidar tampoco que si descuidamos nuestra relación con él, llega un momento en que estamos tan fríos como en el polo sur, a años luz de casa, y corremos el riesgo de ser cortados.

Nos propone pues, el Señor, un modelo de unidad intrínseca con él, y luego nos dice las condiciones que debemos cumplir para garantizar esta unión íntima. Esto nos lleva a nuestro segundo punto:

II. LAS DEMANDAS
- Guardar sus mandamientos v. 10
Cómo él ha guardado los mandamientos del Padre. El anhelo profundo, vital de Jesús es glorificar al Padre y eso ocurre precisamente cuando obedecemos su Palabra. Y cuando lo hacemos, entonces su amor, su gozo, su complacencia, nos abriga. Y aquí es importante tener presente que cuando hablamos de obediencia hablamos de luchar por guardar sus mandamientos. No hablamos de “perfección sino de pasión”; de andar en un camino que nos va haciendo poco a poco mejores seres humanos.

- El amor unos a otros v. 12
Precisamente porque estamos en ese camino de ser mejores, ninguno de nosotros puede convertirse en juez de otros. Lo que para mi puede ser fácil de llevar, para otros no y viceversa. Todos, por igual, tenemos el signo común del pecado que mora en nuestra carne, entonces, cuidado! Con convertirnos en jueces que condenan a otros. El ejercicio del juicio es potestativo de Dios, a nosotros se nos ha llamado a “ejercer su amor”. Es más, se nos ha “ordenado” hacerlo, de la misma manera que él nos ha amado.

Resulta curioso que el apóstol Juan deba enfatizar en este aspecto del amor, si se tiene en cuenta que hablaba a una audiencia judía que supuestamente conocía el corazón de Dios. ¿Será que este llamado al amor sigue siendo vigente para nuestra iglesia local, hoy? ¿Será que hay al presente, entre nosotros, relaciones rotas que contradicen lo que decimos creer? (Consideremos esto…) Si es así, el Señor nos está llamando hoy a tender puentes de reconciliación.

III. LOS PROPÓSITOS

- Llevar mucho fruto v. 16b
El discípulo de Jesús está llamado a dar fruto. Cuando Jesús se acerca a nosotros para ofrecernos su salvación, trae al mismo tiempo una agenda de misión. Cuando Jesús envía a nuestro corazón el e-mail de salvación, envía como archivo adjunto el desafío de la misión. Y encontramos aquí precisamente un problema de fondo para nosotros los creyentes, porque abrazamos la oferta de salvación, mientras que despreciamos la demanda de misión. Y el llamado que Dios nos hace a sus hijos es integral, involucra los dos aspectos: salvación y misión.

Dado que el Señor conoce de nuestra “amnesia espiritual”, hoy nos quiere recordar que salvación y misión son dos caras de una misma moneda.
El asunto cuando Dios nos llama es que a diferencia de nosotros, el no se conforma con “mínimos”, Él espera que demos lo máximo, que llevemos no solo fruto, sino “mucho fruto” y que este fruto sea sostenible, que permanezca.

- Vivir gozosos v. 7, 11, 16c
A ver si me ayudan a completar estas frases:
“…yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” Jn. 10:10
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” Jn. 7:38

¿Es esto acaso cierto? Por favor!!! Si la palabra gozo para nosotros tomó un nuevo significado cuando conocimos a Jesús! Sólo él puede traer a nuestro corazón el gozo verdadero, ese que salta para vida eterna! Y cuando nos llama a permanecer en él, en su amor, es porque quiere compartirlo, quiere que también se cumpla en nosotros.

APLICACIÓN:
a) ¿Qué implica desechar esta invitación?
- Juicio en secuencia
El discípulo que no acepta la invitación a “permanecer” íntimamente unido a Jesús está inevitablemente destinado a vivir la secuencia del juicio. El v. 6 nos describe de forma cruda este proceso:

1. Exclusión: “será echado fuera”. Sugiere un momento en el cual el creyente no hará más parte de Cristo, esta relación sufrirá una fractura total, irreconciliable. Ahí si no habrá “zona de despeje” o intercambio humanitario que valga.
2. Deshidratación: “…y se secará”. Un cuerpo sin agua, reseco, muere. Esto supone una pérdida de la savia que da vida, la pérdida del gozo. Implica, en contraposición, la vivencia de una vida amarga y sin sentido.
3. Extinción: “…y los recogen, y los echan en el fuego y arden”. Se llega, pues, a un proceso de extinción total, donde se elimina toda evidencia relación con Dios.

Esto es precisamente lo que ocurre con el creyente que no permanece en Jesús, sufre un proceso sistemático e inevitable de descomposición. Una especie da “muerte lenta”.
¡Qué gran paradoja! Habiendo sido creado y llamado para ser “una rama fructífera”, termina convirtiéndose en nada más que ceniza…

b) ¿Qué implica aceptar esta invitación?
- Complacencia plena
El pámpano fructífero tiene ante Dios la misma gracia que ofrece a nuestros ojos el alba, el amanecer, cuando despunta sobre el horizonte. Cuando Dios mira a este pámpano de lejos –algo que es eventual, porque por lo general lo mira muy de cerca-, entonces su corazón palpita lleno de amor, como lo hace el de un novio enamorado por su novia. Como esos amores de adolescencia que con sólo una mirada nos hacen desfallecer, lo recuerdan?
Es tan apasionado este amor que el Padre mismo se encarga de cuidarlo, de cultivarlo, de podarlo, de limpiarlo. Es un afán desmedido por mantenerlo bien, grato, para que pueda dar más y más fruto. No, aquí no hay lugar para secuencias de juicio, porque el pámpano fructífero obtiene del Padre la plena complacencia: “Pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Como quien dice: “boquita que querés!” Qué contraste, ¿no? Mientras aquel debe vivir un proceso de descomposición a plazos, éste recibe la plenitud de la generosidad de Dios de contado! (Bis) A ese nivel de disposición se coloca el Padre para el discípulo que decide permanecer unido a Jesús.

CONCLUSIÓN:
Quizás tú, como yo, hayas venido acariciando, hace un tiempo, la idea de partir, de no permanecer. Recuerda que Aquel que te creó piensa en grande contigo y te llamó, no para ser rama que se convierte en ceniza sino para ser rama que da “fruto abundante y sostenible”. Bendiciones!

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miércoles, 8 de octubre de 2008

EL LLAMADO: SUS BENEFICIOS Y PROPÓSITOS. Efesios 2: 1-10

INTRODUCCIÓN

¿Es nuestra fe teocéntrica o egocéntrica?

Es decir, está nuestra fe centrada en Dios o en nosotros? A veces algunos nos acostumbramos a vivir una vida cristiana a medias. Nos conformamos con creer que “Cristo al morir en la cruz ya me garantizó el perdón de Dios” y ahora sólo me queda cumplir ciertas rutinas religiosas como asistir semanalmente al culto, y no cometer “pecados terribles”. En muchos aspectos nuestra fe ha sido egoísta porque estamos buscando con frecuencia el favor de Dios, su bendición para la satisfacción de nuestras necesidades, ya sean de orden material, emocional o de salud. Nuestra fe termina basándose más en solicitudes que en entregas y esa realidad se refleja en nuestras oraciones: clamamos todo el tiempo por satisfacción de nuestros intereses pero muy poco por los intereses de Dios. Hemos aplicado a nuestra relación con Dios la popular “Ley del embudo”: Todo para mi, poco para ti.

Y en medio de nuestro “evangélico” egoísmo vale la pena considerar la siguiente exhortación del hermano Holke:

“El mal de la teología evangélica protestante ha estado en pensar que la elección de Dios por nosotros tiene su propósito último y su significado final en la salvación del individuo. “Dios me elige a mi; Dios me ha salvado; yo soy el objeto de su elección; ¡Gloria a Dios¡ ¡Amén¡
¡No¡ Debemos mirar la elección no desde el punto de vista de lo que significa para nosotros personalmente, sino desde le punto de vista de lo que significa para Dios en el cumplimiento de su gran propósito eterno. Nosotros no somos el punto final en la elección de Dios, porque Dios nos elige con un propósito más allá de nosotros”

Hoy vamos a reflexionar sobre esto a partir de un hermosísimo texto de la Palabra que nos habla del llamado que Dios nos ha hecho. Para ello he dividido el mensaje en dos grandes momentos:

1. El “antes” del llamado ( donde examinaremos cuál era nuestra condición antes) y
2. El “después” del llamado (donde veremos nuestra condición ahora).

TESIS: “Dios nos llamó cuando estábamos muertos espiritualmente y nos dio vida en Cristo por su gracia para que anunciemos las riquezas de esta gracia y andemos en las buenas obras que él preparó de antemano”.

Lectura del pasaje: Efesios 2: 1-10

PRIMER MOMENTO: ANTES DEL LLAMADO

Bueno, para empezar, si vamos a hablar del “llamado”, es preciso entender su significado.

Llamado (llamamiento): Término cuyo significado teológico implica una invitación a servir a Dios con algún propósito específico. Implica también una relación directa entre Dios y el sujeto llamado. El llamado cristiano viene de Dios, a través del evangelio, para la salvación y el servicio.

Empecemos explorando lo que nos dice el pasaje bíblico de hoy acerca de nuestra condición antes de el llamado.

I. EVIDENCIAS DE LA MUERTE ESPIRITUAL

1. Evidencia: Permanecíamos en continua desobediencia. Manifiesta en 2 aspectos:

• Seguíamos la corriente de este mundo (v.2).
En verdad, antes de convertirnos a Cristo prevalecía en nosotros una tendencia a transgredir o violar la voluntad divina; y esta tendencia que dominaba nuestro ser hacía que nuestro espíritu fuera inoperante en cuanto a las cosas del Señor. Antes de conocer a Cristo éramos ajenos a los intereses de Dios como por ejemplo: su bondad, su amor, su justicia.

Seguíamos, para citar a Henry, como “peces muertos que siguen la corriente de las aguas”, comportándonos consciente o inconscientemente en oposición directa a la voluntad de Dios, en una actitud continua de desobediencia.

• Hacíamos la voluntad del diablo v.2
Antes del llamado, es decir, antes de tomar la decisión personal de seguir a Jesús, actuábamos en correspondencia con la voluntad del espíritu de la potestad del aire.
Juan 12: 31 nos sugiere que Satanás es el príncipe de este mundo, es decir es él quien inspira a aquellos que aún están muertos espiritualmente. Es quien alienta la ira, el egoísmo, la avaricia, el placer desenfrenado y el engaño. Es quien impone al mundo un estilo de vida donde impera la maldad y donde la desobediencia a la voluntad de Dios se levanta como un fin permanente.

2. Evidencia: Estábamos derrotados por el pecado (v. 3)

Esta derrota o incapacidad de dominar al pecado, nos dice el pasaje que era expresa en dos aspectos:

1. Vivíamos en los deseos de nuestra carne, es decir, conducíamos nuestra vida de forma tal que lo que más nos interesaba era satisfacer los deseos concupiscentes (las tendencias sexuales desordenadas) de nuestro cuerpo, entre estos: la lujuria, la fornicación, entre otros. Dice Leal: “La carne es una potencia interna y nuestra, nosotros mismos, en cuanto contrarios al querer de Dios y a los impulsos del Espíritu de Dios”.

2. Hacíamos la voluntad de la carne y los pensamientos; es decir, poníamos en práctica deliberadamente los malos deseos de nuestro corazón (la ira, la envidia, el orgullo, la hipocresía, entre otra larga lista) y también dábamos rienda suelta a nuestra mente envanecida (la soberbia, la necedad). Esto significa claramente, dice Foulkes, que “los efectos de la maldad y del egoísmo del hombre no están limitados a las emociones, sino que incluyen también a su intelecto y a los procesos del razonar”.

Entonces aunque sintiéramos a veces que nuestra manera de vivir nos traía problemas con nosotros mismos y con los demás, y aunque quisiéramos cambiar, veíamos cómo una y otra vez terminábamos sometidos al gobierno tiránico de nuestras pasiones. Y esta incapacidad de dominar nuestros instintos nos colocaba en posición de “derrota” bajo el dominio del pecado.

Ahora bien, en este orden de ideas lo más crudo del asunto ya había llegado porque nos dice Pablo que en esta condición “éramos por naturaleza hijos de ira”. Y esta situación de muerte espiritual nos exponía entonces a una consecuencia.

CONSECUENCIA DE LA MUERTE ESPIRITUAL: EL JUICIO DE DIOS. v. 3b
La condición de muerte espiritual en la que antes vivíamos nos traía como consecuencia el JUICIO, es decir, el castigo de Dios, la condenación.

SEGUNDO MOMENTO: DESPUÉS DEL LLAMADO (AHORA)

Lectura de v.v. 4 – 6

PERO, PERO!
Jorge Atiencia dice que hay palabras en La Biblia que son tan pequeñitas que pueden pasar inadvertidas. Son palabras que tal vez no contengan un gran significado teológico como podrían ser las palabras: expiación, justificación, reconciliación. Aquí en este pasaje encontramos una de esas palabras pequeñas que poseen un profundo peso de significado y dan un giro total a una realidad, en este caso una realidad trágica marcada por la muerte y que “por amor” se convierte en otra realidad marcada por la vida, y no cualquier tipo de vida.
Esta porción de la Palabra que leímos nos introduce al segundo punto del mensaje:

II. BENEFICIOS DE LA GRACIA DE DIOS

1 Beneficio: La vida en Cristo: “...aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida, juntamente con Cristo...”
Me impresiona del Señor su capacidad de comunicarse al mundo. Él lo ha hecho desde el principio de manera creativa; la creación misma comunica la gloria de Dios. Y su plan redentor para con el ser humano y el mundo también lo comunicó de una forma muy especial: a través de la muerte y resurrección de su propio hijo.

Jesucristo pasa a través de un proceso de muerte pero por la intervención de la fuerza poderosa de Dios resucita venciendo a la muerte con la vida, y eso es precisamente lo que hizo Dios con nosotros: rescatarnos de la muerte espiritual para resucitarnos juntamente con Cristo. La muerte y resurrección de Cristo es también una genuina forma en que Dios nos comunica su plan redentor para el mundo

Por eso ese es el primer beneficio de la gracia: la vida en Cristo.

Pablo aquí nos introduce a una nueva dimensión de la historia personal y nos recuerda que no es el pecado, no es la corriente de este mundo, no es el príncipe de la potestad del aire, ni es la carne lo que tiene la última palabra en el ser humano. Es decir, no es la muerte quien tiene la última palabra!. Aquello que redefine el curso trágico de nuestra historia personal es un suceso que nace de un atributo que es exclusivo de Dios: LA GRACIA

Es entonces la gracia el acto supremo de generosidad de Dios hacia nosotros, Es el “favor” que Él nos hizo de rescatarnos de la muerte mediante Cristo sin nosotros merecerlo, en el preciso momento en que más lo necesitábamos. Y nos dice la Palabra que el motivo especial por el cual nos dio vida cuando estábamos muertos fue “su gran amor con que nos amó”.

Estoy hablando entonces de un Dios que se satisface en amar. En derramar su perdón, en ofrecer su salvación precisamente en el momento en que menos lo merecemos, como para recordarnos siempre que su carácter es el de ser un Dios de amor.

Y esta realidad de su amor se aplica no sólo al momento en que se nos hizo el llamado, sino también cuando en medio de nuestras caídas y al advertir nuestro arrepentimiento, Dios se acerca respetuoso, nos toca con su mano tierna en nuestro hombre y nos recuerda que Él está ahí, que no se ha ido, que su mano otra vez está extendida para levantar, que su corazón aún se inflama de amor para perdonar y restaurar.

2. La victoria. “Nos hizo sentar en los lugares celestiales”

Esta es una expresión que aparece sólo en esta epístola y significa que en Cristo hemos sido revestidos de su poder para vencer la muerte espiritual. En Cristo tenemos victoria sobre el pecado. Sabemos que Cristo, que es la vida, triunfó sobre Satanás, que es la muerte. Y esto lo hizo Dios, nos dice Pablo en el capítulo 1 mediante la resurrección y según la acción de su fuerza poderosa. Miremos por un momento Efesios 1: 20.

“Esta fuerza poderosa operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. Y SOMETIÓ TODAS LAS COSAS DEBAJO DE SUS PIES!!!!

La victoria de Cristo sobre Satanás ya se hizo efectiva. El poder de la gracia ya venció al poder del pecado. Es en Cristo donde reside nuestra capacidad de tener victoria sobre el pecado porque junto con él hemos sido resucitado y puestos en lugares celestiales sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, no sólo en este siglo, sino también en el venidero.

Llama la atención este contraste: Antes del llamamiento, bajo el influjo de Satanás, seguíamos la corriente de este mundo. Ahora en Cristo, nos sentamos en lugares celestiales! Antes estábamos anclados en la tierra pero ahora somos elevados a los cielos. En victoria!

Por eso dice Juan con tanta certeza:

“...porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el hijo de Dios? 1 Juan 5: 4-5

Es posible que allí sentado estés pensando: pero ¿Qué ocurre conmigo, porqué yo no experimento esa victoria sobre el pecado a plenitud? Tal vez digas: “yo trato de agradar a Dios pero termino revolcándome de nuevo en mis pasiones: mi ira, mi desesperanza, mis temores, mi deseo sexual... Por qué tantas veces termino vencido por el pecado? Y las razones de ello pueden ser:

1) Aún estamos en la carne. Esto no debemos olvidarlo. Es decir, nuestra naturaleza está caída y batallamos de continuo con el pecado. Pero ojo, una cosa es “estar” en la carne y otra “andar” en la carne.
2) Insuficiencia de Cristo. Necesitas más “estar en Cristo”, renovar tu fe. A mayor intimidad en la relación con él, mayor victoria sobre el pecado.

Precisamente por estos días el frente de nuestra iglesia se está renovando. Tomémoslo como un símbolo del Señor para nosotros, como una invitación también a renovar nuestra fe. Pero que esa renovación no sea sólo en apariencia externa, sino desde adentro.

La verdad es que en Cristo Jesús somos vencedores, aunque, escucha, aunque, perdamos algunas batallas. Y esto es porque aún no somos perfectos. La victoria ya está dada, pero se forja en nosotros al calor de la lucha. La paradoja de el “ya pero todavía no”. Dios sabe que no somos perfectos aún, pero esa es su meta, perfeccionarnos en Cristo Jesús.

Dios conoce nuestras luchas y caídas y nos respalda para levantarnos cuando advierte en nosotros un genuino arrepentimiento. Pero lo que si no tolera el Señor es nuestra hipocresía, ni que tomemos en poco su perdón. Por eso nuestro arrepentimiento debe ser genuino, esto es, “cambio radical, giro total”.

Por tanto, el arrepentimiento, así como la renovación de tu fe (estar más en Cristo) son requisitos necesarios para experimentar la victoria, que es una de los beneficios de la nueva vida en Cristo que se nos ha dado por gracia.

Recordemos: “Nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo Jesús”. Estos son lugares de victoria!

CONSECUENCIA: LA SALVACIÓN

Bien, si antes del llamado, cuando estábamos muertos espiritualmente vivíamos bajo una implicación que era el juicio, ahora que estamos vivos espiritualmente vivimos bajo otra implicación: la salvación.

Pablo dice que en otro tiempo éramos por naturaleza hijos de ira, pero que ahora por gracia “sois” salvos. La salvación del cristiano no es una cosa que se espera más tarde, sino una cosa realizada ya.

Qué hermosa consecuencia de la nueva vida, ¡la salvación!
Ya no estamos bajo el pecado para juicio
Ahora estamos bajo la gracia para salvación.

Si, somos salvos. Dios nos ha hecho un llamado para darnos nueva vida. Pero ¿Qué significa para Dios esto? Esta inquietud nos introduce al tercer punto del sermón.

III. PROPÓSITOS DE LA NUEVA VIDA EN CRISTO
Creo que hemos llegado al punto central del mensaje de hoy. Se nos ha dado vida en Cristo, es decir, se nos ha hecho el llamamiento para:

Primer propósito: Mostrar a las generaciones la grandeza de su gracia (v.7)
Estamos llamados a revelar la grandeza la gracia de Dios en el mundo: como si fuésemos “vitrinas ambulantes” que exhiben el carácter misericordioso y justo de nuestro Creador.

La nueva vida en Cristo nos trae salvación, nos libra del peso de la condenación pero también nos compromete a ser exponentes de la justicia del Señor.

Hoke smith lo resume: “Nuestra salvación no termina en nosotros; ni sus resultados, ni sus beneficios, ni su gloria terminan en nosotros, sino que todo es para Dios”.

Ahora ¿Cómo se convierte uno en vitrina ambulante que exhibe la abundante gracia del Señor? Pues a través del testimonio de una vida renovada. Aquellos que nos conocían antes del llamado y aún aquellos que nos conocen hoy después del llamado, deben ver que en verdad hemos pasado de muerte a vida. Debemos ser una especie de audiovisual que revela nítidamente la inmensa bondad de Dios para con los pecadores y de esa manera atraer a aquellos que aún permanecen como “zombis” muertos en vida. Atraerlos y contarles para que sean también benefactores de la salvación, de la nueva vida en Cristo.

Ése es el anhelo de nuestro amado padre: rescatar al que está muerto y darle vida en Cristo para que se convierta en un instrumento de Él e invita a otros a disfrutar de las inmensas riquezas de su gracia, de esa nueva vida abundante llena de gracia y de victoria.

Segundo propósito: Para que andemos en buenas obras (v. 8-10)
Nos dice Pablo que nosotros somos “hechura” suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras. Es decir, se nos ha dado nueva vida espiritual en Cristo para que demos frutos.

Aquí aclara Pablo que no son estas buenas obras las que nos salvan sino que es Dios, por su gracia, quien lo hace por medio de nuestra fe, y que en consecuencia a esta salvación dada por Dios, nuestra manera de vivir debe reflejar buenas obras. Entonces hemos sido salvados no “por” buenas obras, sino “para” buenas obras.

Nuestra ciudad, por este mes, celebra las “Fiestas de la Cosecha”. Demos la oportunidad a Dios cada día de celebrar las Fiestas de la Cosecha. Que el se goce recogiendo los frutos de las semillas de gracia que ha sembrado con tanto amor en nosotros.

ILUSTRACIÓN: LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

Las monedas, como sabemos, tienen 2 lados o caras. Una es el sello y la otra la cara. Así mismo el llamado que Dios nos ha hecho tiene 2 caras: una tiene que ver con lo que Dios ha hecho por nosotros, y la otra con lo que Dios espera que hagamos para Él. Y me temo que nos hemos contentado con ver sólo una cara del llamado, la de los “beneficios” de nuestra salvación, pero nos hemos resistido a ver la otra cara, la de la “instauración de la justicia del reino de Dios entre nosotros”. Esa es la otra cara de la moneda!

Nos hemos acostumbrado a ver sólo una cara de la moneda, especialmente aquella que refleja nuestro propio rostro. Pero ¡Ay! el otro lado de la moneda es aún más bello que nuestro rostro, porque es el rostro del Señor, el rostro de su justicia!

APLICACIÓN

No debemos olvidar que Dios nos ha hecho un llamamiento a cada uno de nosotros, los que estamos aquí presentes; y ese llamamiento de vida que nos salvó de la muerte tiene 2 propósitos esencialmente: conocer a Dios y servirle. Las 2 cosas van juntas. Lo especial del asunto es que cuando le servimos es que llegamos a conocerlo más y disfrutar más de esa nueva vida. Y tal vez te preguntes: bueno ¿y cómo puedo servirle? Y yo te propongo hoy al menos una forma práctica de hacerlo: a través de los ministerio de nuestra iglesia.

Dios no sólo te ha llamado sino que también te ha dotado de dones para que los pongas al servicio de Él mediante la iglesia. Nuestra iglesia cuenta con un pull de ministerios en donde puedes empezar, sí aún no lo has hecho, a cumplir integralmente con el llamado, y estos ministerios son los siguientes:

Ministerio de alabanza y dirección de cultos
Ministerio de evangelismo y discipulado
Ministerio de Educación Cristiana
Ministerio de acción social
Ministerio de actividades recreativas e integración
Ministerio de oración
Ministerio de jóvenes

Considera, pues, la posibilidad de hacerte miembro de por lo menos uno de estos ministerios, ya que son un espacio de servicio donde puedes encarnar la nueva vida en Cristo para mostrar las abundantes riquezas de su gracia y dar fruto de buenas obras.

CONCLUSIÓN:

“Dios nos ha rescatado de la muerte dándonos vida en Cristo para que seamos instrumentos de su justicia en el mundo”.

Toda nuestra vida, todos nuestros talentos,
todo lo que hoy somos y aún lo que seremos,
sean para la gloria exclusiva de Dios
y para siempre! Amén.

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LA JUSTICIA QUE DIOS RECOMPENSA. Mateo 6: 1-6, 16-18.

INTRODUCCIÓN

Una de los pecados que con mayor facilidad podemos llegar a cometer es la hipocresía. Ésta suele pasearse muy campante por las iglesias y es una de las causas por las cuales muchos se decepcionan del evangelio porque no ven en aquel que se dice ser cristiano un testimonio consecuente entre lo que predica y lo que vive.

Hace mucho tiempo le preguntaba al Señor: Padre ¿por qué permites que haya entre tu pueblo personas que dicen ser cristianas, pero su testimonio de vida muestra que en realidad no lo son? ¿Por qué parece que te hicieras el de la vista gorda y permites que sigan allí, en tu iglesia, murmurando y dividiendo? ¡Porqué no obras tu justicia y los sacas de tu iglesia para que no sigan haciendo mal!

Y el Señor luego me llevó a encontrarme con este hermoso texto sobre el cual meditaremos hoy en donde nos recuerda que Él si conoce la necedad del hipócrita y que de ninguna manera pasa por alto su pecado. Y nos recuerda también que conoce al discípulo auténtico, al que le busca en lo secreto y que a este lo premia, lo recompensa con la certeza de Su presencia, con su pleno respaldo.

Creo que es pertinente entonces hacer notar de entrada una diferencia entre aquel que se dice ser cristiano y aquel que es discípulo de Cristo. Porque una cosa es decirse “cristiano”, pero otra muy diferente es ser discípulo de Cristo. El discípulo es aquel que obedece a su maestro, no sólo el que lo escucha. Es aquel que responde a la enseñanza de su maestro. Debemos recordar que no por el sólo hecho de ser presbiterianos somos discípulos de Cristo. La pertenencia a una denominación no nos hace cristianos, lo que nos hace cristianos es encarnar a Cristo. Hoy veremos cómo Dios recompensa al cristiano auténtico, es decir, al discípulo; y cómo deja sin recompensa al hipócrita que dice ser cristiano.

Tesis: Si la justicia del cristiano es genuina, sin apariencias, Dios lo recompensará.

Lectura del texto: Mateo 6: 1-6, 16-18.

En este pasaje aparece también la oración modelo, es decir, el Padre Nuestro, sin embargo, no vamos hoy a reflexionar sobre este texto. Nos detendremos a observar la forma como Cristo espera que ejerzamos la justicia de Dios y veremos el tipo de recompensa que nos promete cuando nuestra justicia es conforme a su voluntad.

Como parte de esta introducción, quisiera sentar una premisa a partir de la cual quiero iniciar esta reflexión de hoy.

PREMISA: La justicia integral de Dios

V1. “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos” .
V2. “cuando, pues, des limosna...”


Me llama la atención que Jesús entiende aquí la justicia de manera “integral”: “Pero tu, cuando des limosna…” El da por sentado que sus discípulos darán limosna, serán generosos con el necesitado.

Creo que resaltar esto es importante porque en nuestro contexto de iglesia hemos tenido tendencia a entender nuestra justicia más en términos de la piedad (relación directa con Dios), que de la bondad (relación con los otros). Creo que la dificultad para llenar la canasta del amor a veces es una muestra de esa tendencia, de esa indolencia nuestra frente al hermano que requiere de sustento. Pero la Palabra nos confronta a vivir una “justicia integral”.

Justicia no es sólo congregarse, adorar, orar, meditar la palabra; justicia para Él es también llevarle comida al hambriento, ropa al que está en harapos, esperanza al preso, no sólo de la cárcel, sino al que está cautivo de cualquier vicio que lo oprime: la droga, la angustia, el desánimo.

Y creo hermanos que estamos llamados a recorrer un largo camino en este sentido. La justicia de Dios no se conforma sólo al cultivo de la espiritualidad sino también de la generosidad.


I. La advertencia

1. Guardaos de la hipocresía

v. 1 “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos...”

Este guardaos entonces es un consejo que nos invita a cuidarnos, pero no de cualquier manera sino atentamente de asumir una conducta hipócrita.

Este guardaos sería en nuestro medio algo así como: ¡Mucho ojo con¡

En ese orden de ideas, este “guardaos” no es “mire a ver si lo toma en cuenta”. Este “guardaos” de Jesús busca despertar en nosotros una voluntad férrea de estar atentos, mirar con cuidado, esmerarnos por no conducir nuestra vida como lo hacen, en este caso, los hipócritas.

2. Dios recompensa al genuino

Tesis: Si la justicia del cristiano es genuina, sin apariencias, Dios lo recompensará.

El Señor es un Dios de recompensas. Dios da al necesitado, pero también “recompensa” al ayudador.

Los griegos exaltaron el conocimiento y esta cultura de hoy exalta el dinero. La recompensa la entiende en relación directa con el signo pesos, pero la visión bíblica de recompensa dista de esta perspectiva. Esto lo veremos más adelante.

II. La justicia del hipócrita. Característica:

1. Es aparente porque busca la alabanza de hombres (motivación equivocada)

v.2a “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser alabados por los hombres...”

v. 5ª “Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres...”

v. 16ª “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan...”

Hipócrita:
El que pretende o finge ser lo que no es. Significa actor o protagonista en el teatro. Los actores solían ponerse diferentes máscaras conforme al papel que desempeñaban. De ahí que “hipócrita” llegara a designar a la persona que oculta la realidad tras una “máscara” de apariencias.

El cine, el teatro y la mímica son expresiones de arte y tienen su lugar. Su propósito es recrear situaciones y expresar ideas; a los hombres nos encanta el arte dramático, y a veces en las iglesias abundan los “actores” y óiganme, con un talento natural…

Si bien creo que al Señor, por su carácter profundamente creativo y estético le encanta el cine y el teatro, también creo que no le gustan para nada las malas obras de teatro, las malas películas y mucho menos los “malos actores” que representan sus papeles en la iglesia. Hmmm, aunque a nosotros nos parezcan tan buenos, tan dignos del oscar.
El problema con el hipócrita es que quiere ser “alabado”, entonces inherente a la hipocresía se halla la soberbia. El hipócrita presume robarle el reconocimiento a Dios, algo así como: “que no te reconozcan a ti, que me reconozcan a mi”. Subyace entonces a la hipocresía un problema de “orgullo”, el mismo que condenó a Satanás, quien quería hacerse como Dios y ser alabado, y por ello fue expulsado del cielo. Y este espíritu soberbio e hipócrita sigue buscando alabanza y reconocimiento para sí mismo a fin de que la alabanza no llegue a Dios, el cual debe ser el blanco de toda alabanza.

Consecuencia: No es recompensada por Dios

v. 2b (limosna) “...de cierto os digo que ya tienen su recompensa”
v. 5b (oración) “...de cierto os digo que ya tienen su recompensa”
v. 16b (ayuno) “...de cierto os digo que ya tienen su recompensa”.

Nos dice el reverendo inglés Jhon Stott en su libro contracultura cristiana, que el verbo que se traduce como “tienen” era en esa época un término técnico que se usaba para las transacciones comerciales; quería decir “recibir una suma total y entregar un recibo por ella”. Así pues los hipócritas que buscan el aplauso lo conseguirán, pero entonces “aparte de eso, no tendrán otra recompensa”. Nada más se les debe, nada excepto el juicio en el día postrero”.

¿De dónde viene la recompensa?

El padre ve y oye en lo secreto y como lo hace “recompensa” o “premia”. Pero en lo público, cuando las obras de justicia están motivadas por ser visto por los hombres, allí cierra Dios sus ojos y sus oídos, y como no ve, ni escucha, entonces no entrega su recompensa. Ahí él deja que el premio al hipócrita se lo den los hombres. Entonces hace como “delegado de rifas, juegos y espectáculos” y permite que el hipócrita salga premiado. Es una fina pero cruda ironía de Dios.

Para el hipócrita el premio viene de sí mismo (fina ironía divina). Para el prudente (piadoso) el premio proviene de Dios.

¿Quién queremos que nos vea?

El hipócrita quiere hacer su mejor actuación frente a los hombres. Su escenario es el mundo: la iglesia, el barrio... Hace gala de su inventario de gestos. Antes que actor parece más bien un “payaso” y lo peor es que Dios mismo no se divierte mucho que digamos con él.

Fíjense en esto: en nuestro contexto cuando alguien ha obtenido un premio, por ejemplo en una rifa, asumimos que como ya fue premiado no tiene derecho a participar en la próxima rifa. Así es, ya ganó, ya quédate ahí con tu premio. Algo así sucede con la religiosidad. El hipócrita hace la rifa para sí mismo y como conoce el número secreto, entonces se gana el premio. Su premio es la autosatisfacción: ya he sido reconocido como “piadoso” por los demás. Ahí está su recompensa. Y como ya tiene su premio, entonces Dios no le dará premio. Por eso Jesús dice con tanta autoridad: “De cierto os digo que ya tienen su recompensa” (v.2b).

Qué ironía la del Señor. Una ironía fina, pero también terrible, cruda. Pero eso sí, una ironía sin sombra de injusticia. El Señor da a cada cual lo que le corresponde.


III. La justicia del discípulo. Característica:

Tesis: Si la justicia del cristiano es genuina, sin apariencias, Dios lo recompensará.

1. La justicia del discípulo es auténtica porque busca la complacencia de Dios (Motivación correcta)

v. 3-4 “Pero cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto...”
v. 6ª “Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padres ques está en secreto...”
v. 17- 18ª “Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padres que está en secreto...”

La limosna del discípulo:
Se caracteriza por la prudencia. Que no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, “es algo así como no se lo cuentes ni a tu amigo más íntimo”. Nos dice el autor Mathew Henry que no es que esté mal dar limosna donde la gente pueda vernos; podemos y debemos hacerlo así. Lo que el Señor reprende es hacerlo para que nos vean.

La oración del discípulo

“…pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto…”
Esto nos sugiere la búsqueda de lugares solitarios, retirados que favorezcan la intimidad con Dios. Me gusta mucho la versión del Nuevo Testamento Interlineal que nos dice: “cuando ores, entra en el aposento interior de ti, y cerrada la puerta con llave, ora a tu Padre”. Esto de entrar en el aposento interior de ti, nos habla de aislar nuestra mente y corazón de todo pensamiento que pueda interferir mi encuentro íntimo con Dios en la oración. Y esa debe ser nuestra motivación, encontrarnos únicamente con él en el secreto de nuestra propia interioridad.

El problema entonces no es orar en público o en las calles porque aún estando a solas puedo estar acompañado por otros. El problema, hermanos, no está en orar en público (Jesús lo hizo en varias ocasiones), sino en “orar al público”, clamar para ser admirado por los hombres.

El ayuno del discípulo

En contraste con el hipócrita, el discípulo no se preocupa por mostrar a los hombres que ayuna. En vez de perder tiempo creando y practicando nuevos gestos y papeles, va y se organiza, se pone bien titino para que sea Dios mismo quien lo ve. Mientras que el escenario del hipócrita es el mundo, el escenario del discípulo, del discípulo de Cristo es el trono. Y esa representación si le gusta a Dios porque Él mismo es el autor del libreto. La obra del verdadero discípulo revela el carácter de Dios.

¿Quién queremos que nos vea? ¿De quién esperamos la complacencia? Buscamos las palmas y el júbilo de los hombres o la complacencia de Dios.


La Escritura hoy nos deja una agenda de trabajo clara y ardua. Sin duda requiere de mucho esfuerzo de nuestra parte. Requiere humillarnos ante Dios. Pero vale la pena porque obtendremos la mejor recompensa: la exaltación de Dios.

2. La justicia del discípulo es recompensada por Dios

Tesis: Si la justicia del cristiano es genuina, sin apariencias, Dios lo recompensará.

v. 4b “...y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensara (en público)
v. 6b. “...y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”
v. 18b “...y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”

Una de las verdades fuertes en el pasaje es que Dios “recompensa”. Hoy es fundamental reconocer la perspectiva bíblica de la “recompensa”, la cual, está más enfocada hacia “tesoros en el cielo”, que riquezas en la tierra. Son muchas las recompensas que nos otorga el Señor por su gracia, pero mencionaré sólo dos de ellas.

La palabra recompensa en el griego es Misthos y además de recompensa, quiere decir también “merced”. Leeríamos entonces en el v. 1: “No tendréis merced de vuestro Padre”. Y la palabra merced significa dádiva o beneficio gratuito y hermanos, de qué atributo de Dios nos habla el “beneficio gratuito”?

• Primera recompensa: Su gracia

Hoy nos promete paz que sobrepasa todo entendimiento, libertad de nuestras propias cadenas, esos impulsos internos que nos esclavizan; fortalecernos sobre nuestras fragilidades.
Cómo nos encanta la gracia del Señor! Cuando nos cubre con su gracia entonces somos perdonados, consolados, animados a no perder la fe, gozosos y aunque las cosas a veces no marchen bien y sintamos que nos estamos hundiendo en el fango, porque la gracia de Dios podemos confiar en que él, en su tiempo oportuno extenderá su mano para sacarnos de la arena movediza que nos devora.

El problema es que la teología de la prosperidad vende la idea de que Dios nos conquista con riquezas materiales y aún peor, que nosotros debemos conquistarlo a Él primero con ofrendas, con siembras. Dios no ha anhelado tanto nuestras ofrendas como si nuestro corazón y sus bendiciones para nosotros no son exclusivamente las riquezas materiales como si la vida eterna, esto es su presencia permanente.

• Segunda recompensa: Su Cortesía

Algo que me parece especial es que cuando oramos como a Dios le agrada, Él no sólo oye sino que también nos ve (en lo secreto). Entonces resulta que nos escucha también con sus ojos. Él está completamente atento a nuestra oración.
Una de las cosas más desagradables que hay es que cuando uno le habla a alguien, esta persona no tenga con uno un contacto visual. Que cortés el Señor.

Él Señor nos atiende cortésmente y quiere hacernos entender que Su presencia en sí misma es ya una recompensa para nosotros. Por eso hay gozo en nuestro corazón cuando cantamos: “cuando pienso en tu santidad, y descanso en tu gran amor, cuando las sombras y dolor se van por tu majestad. Cuando siento tu presencia, oh rey, y tu amor invade el corazón. Te adoro a ti, te adoro a ti”.

Estas son sólo algunas de las recompensas a las que renuncia el hipócrita. Las cambia por la alabanza de los hombres. El hipócrita es una pésimo negociante que aunque cree que gana, siempre, óiganme bien, siempre sale perdiendo. Por quedarse con las sobras se pierde el postre completo, aunque quizás ni sobras le tocan.

“No os engañéis, Dios no puede ser burlado”.

Esas son las recompensas tras las cuales debemos ir, esas son las benditas ganancias que deben movilizar nuestro corazón: el poder ser mansos, que cuando Él nos mire se desprenda una sonrisa de su rostro porque siente que halla en nosotros integridad.

ILUSTRACIÓN: “El trigo y la cizaña”.

El trigo desde tiempos antiguos se ha tenido en estima como una buena planta de la cual alimentarse. Pero resulta que muy parecida al trigo existe otra planta: la cizaña. Él tamaño y aspecto del grano de la cizaña son muy similares a los del grano de trigo y de ahí que con frecuencia se siembren juntos accidentalmente. Pero debido a un hongo que crece dentro de la semilla de la cizaña, la harina de trigo que contiene es amarga y venenosa. La cizaña resulta siendo uno de los hierbajos más perjudiciales.

Hermanos, si no somos parte con Cristo, entonces Dios no nos ve como a trigo de su cultivo sino como a cizaña. Lo tenaz es que él deja que la cizaña crezca juntamente con el trigo, pero al final aquella será cortada y echada en el fuego.
El que tiene oídos para oír, oiga.

APLICACIÓN

1. Una reflexión acerca de ¿Cómo podemos estar actuando con hipocresía hoy?

• Cuando hacemos bulla al dar limosna, orar y ayunar. También cuando estas prácticas ni siquiera hacen parte de nuestra vida de fe.

• Cuando cumplimos ciertos ritos como venir a la iglesia, colocar la emisora cristiana y escuchar todos los sermones del pastor David Ormachea o del pastor David Jeremiah y quebrantarnos hasta el llanto por el culto tan lindo... pero la vida personal y familiar sigue igual: vacío, amargura, irritabilidad, descontento.

2. Espacios que ofrece la iglesia para el ejercicio de la justicia

El Ministerio de Acción Social y Funpras (Fundación Presbiteriana de Amor y Servicio) se encargan de recibir y administrar los recursos que, en especie y en dinero, se aportan para responder a las necesidades de las personas más necesitadas de nuestra iglesia y para desarrollar otros proyectos de carácter social como el comedor infantil.

A su vez, el Ministerio de Oración promueve el ejercicio de la oración y el ayuno. Si usted está interesado en hacer donaciones o aportar sus talentos en estos Ministerios comuníquese con los hermanos encargados de dirigirlos.

CONCLUSIÓN

“Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.

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DIOS RECOMPENSARA GRANDEMENTE AL OBRERO FIEL. Mateo 20:1-16

INTRODUCCIÓN:

Creo que todos están de acuerdo conmigo en que el obrero es digno de su salario, pero será que ¿debe ser la paga la motivación principal del obrero?

Muchos de nosotros hemos sido llamados desde temprano a la viña del Señor. Y también muchos de nosotros, erróneamente, hemos fijado nuestra mirada en el pago, sólo en aquel día en que el Señor ha de juzgar a los vivos y a los muertos. Si pensáramos con humildad que cada minuto de nuestro servicio en el Reino es una recompensa, seguramente la fertilidad de la obra de nuestras manos sería mayor y esperaríamos con mayor certeza la gran recompensa que el Señor nos ha prometido y que sin duda alguna nos dará.

Hoy este Padre de familia que nos dio la privilegiada oportunidad de estar sirviendo en su viña nos quiere invitar a que consideremos la calidad de nuestro trabajo en la viña y a afirmarnos en la esperanza de su recompensa.


Lectura del texto: Mateo 20: 1-16

CONTEXTO:

-La expectativa de recompensa de los discípulos

La parábola recrea la gran recompensa que Dios dará a aquellos que haciéndose humildes de corazón, se comprometan con alma, vida y sombrero con el reino de Dios y su justicia. En el capítulo anterior Jesús había conversado con un joven rico que confiaba en su capacidad de cumplir la ley para obtener la vida eterna. Cuando Jesús le desafía a vender sus posesiones, darlo todo a los pobres y seguirle, éste joven se entristece porque era muy rico y se va. Luego Jesús diría: de cierto os digo que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Pedro se apresura a decirle a Jesús que ellos, los discípulos, lo habían dejado todo por seguirlo a él y quería saber qué obtendrían por ello. Jesús les aclara que cualquiera que se haya desprendido de lo material: casas o tierras y aún de lo afectivo: padres, hermanos, mujeres o hijos, por seguirle a él, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Surge allí el principio de que los últimos serán primeros y los primeros últimos.

Según el escritor Matthew Henry esto quiere decir que “para Dios, la antigüedad, la nobleza de nacimiento, la raza, la posición social o económica, etc, no cuentan en cuanto a la recepción de la gran recompensa que es la vida eterna”.

Tesis: “Dios es bondadoso y nos recompensará grandemente si le servimos de todo corazón en el momento de la vida en que él nos llame”.

Ahora, quisiera que partiéramos de la siguiente pregunta: ¿Podemos nosotros confiar en esto? Y el propósito de este mensaje es que podamos, en efecto, dar respuesta a esta pregunta y afirmar nuestro servicio y esperanza de la recompensa que hemos de recibir. Y me propongo hacerlo descubriendo algunas cualidades del Dios que nos ha llamado a servirle, el tipo de terreno al cual nos ha llamado a trabajar y la calidad del servicio que Él espera que le prestemos.

En primer lugar quisiera hablarles de

I. LA BONDAD DEL HACENDADO

Aspectos del carácter de Dios que nos muestra la parábola:

• Dios Padre de familia: De entrada la parábola nos revela que aquel que nos ha contratado es una padre, no es un desconocido sino alguien que se a acercado a nosotros como lo hace una padre a sus hijos.

• Dios oportuno: “Y saliendo cerca de…” Porqué cerca de y no después de. Esto sugiere que el Señor se dispone para llegar a tiempo. Llega antes, se anticipa y trae a la siguiente hora y al resto del día (de la vida) total sentido. Llega a tiempo, quizás llegó a nuestra vida en el preciso momento en que entraríamos a un nuevo ciclo, una nueva situación más oscura, tal vez. Y él llegó allí para inaugurar el tiempo, para darle sentido a los momentos siguientes. Quizás en una situación desesperada, cuando sabía que un poco más tarde, acaso media hora después y nos hubiéramos “reventado”. El Señor de los “cerca de”.

• Dios cumplido: “Abre el día de mañana y lo cierra en la noche”.
“Cuando llegó la noche”. Esta es una expresión que marca la intervención de Dios para ponerse a cuentas. Dios abre el día y cierra el día. Así, Él abre la historia y también la cierra. La historia no es, pues, una sucesión ininterrumpida de situaciones en el tiempo que le conducen a ningún lugar. No, la historia tiene sentido. El Señor ha puesto a girar la rueda de la Creación, también Él la detendrá.

• Dios de otros:
Del diccionario de la gracia: “los otros”. Vio a otros que estaban en la plaza desocupados…” Delante de Dios no estamos solo nosotros, también hay otros. Al otro también lo ve Dios, y también va y lo busca. Quizás para algunas personas nosotros no seamos merecedores de la bondad de Dios, pero también para nosotros son las bendiciones del reino. Quizás para nosotros, algunas personas no merezcan la bondad de Dios, pero también para ellas son las bendiciones del reino. Porque su reino es reino de misericordia para con todos.

Recordemos que estamos tratando de extraer de la parábola elementos que nos permitan afirmarnos en el servicio y la esperanza de la recompensa que hemos de recibir. Porque: “Dios es bondadoso y nos recompensará grandemente si le servimos de todo corazón en el momento de la vida en que él nos llame”.

Si en el primer punto apreciábamos “la bondad del hacendado”, vamos a indagar ahora un poco acerca de:

II. LAS DELICIAS DE LA VIÑA

La viña es un gran campo para el cultivo de la vid, una planta que produce uvas. La viña del Señor es su iglesia, la conforma cada uno de nosotros, somos parte de ella pero también nos ha llamado para que sirvamos en ella. Nos ha traído para que seamos arte y parte en ella.

En la viña se maneja una economía, es decir, hay una administración eficaz y razonable de los bienes, y este modelo de economía proviene del reino de los cielos, es decir proviene de Dios.

Quisiera que miráramos entonces la primera delicia de la viña:

• La economía del reino:

La ganancia en el reino de los cielos no la acapara un terrateniente que explota a sus obreros. En la viña del Señor ganamos todos, porque su tierra da buenos frutos, por favor, los mejores, y su salario, su pago es pura generosidad.

La ganancia en el reino de los cielos es dar más de lo bueno. El rendimiento no se basa en mayor explotación de la mano de obra sino en mejor salario a sus obreros. Lo justo para Dios es mucho más de lo que merecemos. Esto es una paradoja: pareciera ser que en el Reino de los cielos se pone más la mirada en los egresos que en los ingresos. Hacer todo lo necesario para que muchos más vengan a disfrutar del trabajo en la viña y obtener el mejor pago. Hay una mayor preocupación por dar que por recibir.

Hay algo paradójico: parece que más que lo que estos obreros pudieran aportar a la viña, era lo que la viña les podía aportar a ellos. Aquí está la segunda delicia de la viña:

• Los frutos de la viña:

Bueno, no estoy hablando de cualquier viña. Una viña con un Señor que se ocupa él mismo de contratar y él mismo de estar presente en el momento del pago, es un terreno especial.

¿Qué tipo de frutos se siembran en esta viña?

- Sandía de comunión: “id también vosotros a mi viña”.
- Naranjos de justicia: “os daré lo que sea justo”.
- Kiwi de bondad: “quiero dar a este lo mismo que a ti”
- Pera de generosidad: “Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario”.

Un poco la eternidad del hombre la define el tipo de fruto que consume. Desde el Edén en Génesis, hasta el Apocalipsis, su eternidad estará definida por el fruto que nutre su corazón. Y hay frutos de justicia de Dios buenos, deliciosos, dulcecitos y jugosos como una naranja tangelo. Pero también hay frutos de diablo, podridas, amargas, a primera vista deliciosas por fuera, pero atiborradas de gusanos y podredumbre por dentro, frutos que amargan al corazón y engendran la muerte.

Pero el Señor nos invita a trabajar en su viña, y al trabajar en ella se multiplican sus frutos y entonces también nosotros saboreamos las delicias de su bondad, de su generosidad.
Por esto podemos confiar en que : “Dios es bondadoso y nos recompensará grandemente si le servimos de todo corazón en el momento de la vida en que él nos llame”.

Pero para ser beneficiarios de sus recompensas es también preciso que cumplamos algunos requisitos. Vamos ahora a ver el tipo de

III. LOS OBREROS QUE REQUIERE LA VIÑA

Actitudes a cultivar en el corazón:

• La fe
Los últimos obreros fueron a la viña motivados por la fe. A ellos no se les había prometido un denario, fueron a trabajar con la confianza en que recibirían “lo justo”.

• La gratitud: Nuestro servicio en el Reino de Dios debe estar marcado por una actitud de humildad asumiendo como primera bendición el privilegio de habernos llamado a hacer parte de su viña y confiando en que por su justicia nos hará merecedores de mayores recompensas.

• Actitud de renuncia:

Si a los primeros obreros les sobraba noción de privilegio, estos se destacaron por tener “noción de renuncia”, trabajaron motivados por la gratitud, se entregaron con cuerpo y alma creyendo la promesa de que recibirían “lo justo”.

APLICACIÓN

En el ejercicio de nuestra fe somos susceptibles de atesorar en nuestro corazón cosas que nos hacen creer que estamos sobrados. Es necesario que hagamos un autoexamen y revisemos cómo está nuestro celo por las cosas del Señor. Es posible que debamos renunciar a algunas cosas que atesoramos.

Tal vez:

-Comodidad: El Reino de los cielos es una viña, una hacienda para trabajar, no una finca de recreo para descansar”. El Señor llamó a obreros, no a turistas.
A veces llegan más delante del trono de Dios nuestros ronquidos que nuestras oraciones.

-Noción de privilegio por el cumplimiento de ritos: Asistir a la iglesia por años, haber hecho la oración de fe y haberse hecho bautizar, la estabilidad económica, la autoconfianza por la piedad, hacer parte de una familia cristiana de toda la vida, ser muy estudiosos de la palabra.

Eres de los que siente que el Señor te debe más o de los que siente que le debes y en consecuencia te comprometes con gratitud por su proyecto, el reino de los cielos. No estoy hablando de que la eternidad se gane por obras, porque es imposible. Pero no olvidemos que el Señor nos llamó como obreros para dar fruto en su viña, no para holgazanear.

CONCLUSIÓN - ILUSTRACIÓN:

Las autoridades religiosas de la época de Jesús estaban adormecidas en su autoconfianza. Creían que sólo ellos merecían el favor de Dios porque Dios los había llamado hace tiempo y porque se apegaban al cumplimiento de ritos y tradiciones. Se creían los primeros y terminaron siendo los últimos. Seamos diligentes y celosos en la búsqueda del reino de Dios, en seguir a Cristo. No sea que se cumpla en nosotros la siguiente sentencia que Jesús hizo a los fariseos :

“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”. Mat. 3 : 10

Ánimo, hagámonos un autoexamen porque:

“Dios es bondadoso y nos recompensará grandemente si le servimos de todo corazón en el momento de la vida en que él nos llame”.

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DE LAS SOMBRAS A LA LUZ. Salmo 143

INTRODUCCIÓN

Historia de una muñeca que se derrumbó

“El sábado 6 de mayo, Claudia Rojas se pintó los labios de rojo encendido por primera vez en sus 28 años de vida. Escogió un vestido rojo, sensual pero discreto, que se ajustaba a su cuerpo de medidas perfectas. Se miró en el espejo y le gustó. Pensó que las 2 horas que llevaban arreglándola para asistir al matrimonio de unos amigos habían valido la pena. Y aunque llegó tarde, Claudia brilló como nunca en la última fiesta de su vida.


El lunes siguiente, a las 5 de la tarde, las luces que durante años se habían encendido al paso de Claudia habrían de apagarse para siempre cuando se escuchó un ruido sordo, que algunos testigos describieron como el de una bomba. Era el estruendo del cuerpo de la modelo al estrellarse contra el pavimento, después de caer del piso 18 del Dann Carlton, uno de los hoteles más elegantes de Medellín.

Siendo las 5 de la tarde, Claudia entró sin identificarse al lujoso hotel, subió corriendo, sin aliento, hasta que saltó al abismo de la ciudad y de sus entrañas, con su cédula, su chaqueta, su bolso, su sonrisa y su nube negra.

Nadie esperaba que la muerte fuera a explotar tan temprano en las manos de una de las más bellas figuras del modelaje paisa, ni que lo fuera a hacer de la manera como lo hizo. En una de las ciudades más violentas del país, la muerte de boca profunda no le llegó por la espalda, traicionera. Ni siquiera de cara, prepotente. La muerte le salió de adentro y en silencio” (Tomado de la revista cambio mujer).
¿Qué situaciones pueden llevar a una persona a quitarse la vida? Sin duda muchas, pero quizás la más relevante sea la pérdida absoluta de la esperanza, cuando se han agotado hasta el fondo las ganas de vivir. Y la verdad es que los seres humanos a veces nos hallamos expuestos a situaciones extremas, donde sentimos que no contamos con fuerzas para resistir ese temporal de experiencias adversas.

Según Medicina Legal, en 2005 se registraron 195 suicidios de jóvenes; en el primer semestre de 2006 hubo 74 casos, y en el primer trimestre de este año la cifra llegó a 371. El 43 por ciento tenía entre 15 y 17 años (Revista Cambio, abril de 2008). Esto de las crisis, lo sabemos, nos ronda muy de cerca.

A veces llueve mucho allá adentro. Las crisis nos llegan a todos de una u otra forma. A veces se anuncian, llaman a la puerta; pero otras aparecen sin anunciarse y son salvajes. Pero Dios no es indiferente a nuestras pruebas y en Su Palabra nos ha dejado un “Manual para atravesar crisis”. Hoy meditaremos en el salmo 143 e identificaremos algunas de las pautas que debemos seguir para preservar nuestra fe y aún nuestra vida cuando la nube negra se posa sobre nuestro corazón.

PROPÓSITO: “En la crisis la confianza en Dios nos lleva de la angustia a la esperanza”.

LECTURA DEL SALMO 143

Algunas expresiones del salmista nos permiten entrever que se hallaba en un estado de angustia personal, pero otras expresiones nos revelan un cambio en su estado de ánimo. ¿Cómo enfrentar la crisis? Veremos al menos 3 pautas que nos traza esta Palabra:


I. Suplicar con sinceridad
II. Recordar lo que Dios ha hecho
III. Pedir lo que agrada a Dios

I. Suplicar con sinceridad v. 1-4, 6-7

Este salmo fue escrito por el Rey David, uno de los más queridos personajes de la historia hebrea. ¿Cómo describe David que se sentía en el momento en que escribió este salmo? Angustiado, aplastado, asustado, confundido, deprimido…Como zombie, como muerto en vida.

Generalmente cuando nos sentimos abatidos nos quedamos como sin fuerzas para luchar y optamos por encerramos en nosotros mismos y como una tortuga, nos metemos en nuestra caparazón para que nadie nos moleste, ni siquiera Dios. O a veces buscamos apagar, a través de la distracción, ese fuego de adentro que arde; corremos en pos de algo que nos lleve lejos de ese horno encendido, y en esa ansiedad terminamos haciendo cosas que se oponen a la voluntad de Dios y que colocan incluso en alto riesgo nuestra vida y nuestra fe.

Las crisis demandan acción. Aquí David nos da la primera lección fundamental acerca de cómo asumir el dolor: El clamor intenso (v. 1, 6-7ª), porque aunque se encuentra con su ánimo turbio, aplastado, en la “inmunda”, sin embargo lo vemos luchando por abrazar a Dios: Oye, escucha, respóndeme… Por tu verdad, por tu justicia… Un clamor basado en el carácter de Dios.


“Extendí mis manos a ti, mi alma a ti como la tierra sedienta (v. 6)”.


Suplicar con sinceridad implica también:

• Abrir el corazón v. 3, 4 , 7b

Una de las cualidades más bellas de Dios es que no nos juzga ni condena cuando confesamos nuestra condición ante Él. Yo creo que uno no tiene porque estarle revelando a todo el mundo su calvario, pero esto cambia cuando estamos delante de Dios. Al fin y al cabo, ¿qué podemos esconder de Él?:

Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.

Pues aún no está la palabra en mi lengua,
Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda (Salmo 139: 1-4)

Entonces suplicar con sinceridad es nuestra primera pauta para enfrentar la crisis. En segundo lugar es fundamental que cuando la tragedia nos abruma podamos:

II. Recordar lo que Dios ha hecho v. 5

Los colombianos tenemos en nuestra genética una especie de “cultura del olvido”. El escritor Germán Puyana dice que: “llegamos a olvidar con increíble facilidad importantes sucesos de los cuales se afirmó en su momento, que habían dejado una huella imborrable en la vida del país”. Como decía el poeta Luis Vidales: “a los colombianos, nada nos impacta por más de 24 horas!”.

Nos olvidamos de las cosas malas, y especialmente de las cosas buenas. Claro que esto de olvidarse de lo bueno no es exclusivo de nuestra cultura, es algo que se ha extendido a la totalidad de la especie humana. Parece ser que en el Edén, en el momento de la caída, la humanidad entera perdió un gen clave de la memoria, perdió el microchip que almacenaba las buenas obras de Dios a nuestro favor.

Por eso Dios, al pueblo judío, siempre le hizo tanto énfasis en hacer memoria de las obras maravillosas que Él había hecho con ellos: La liberación de Egipto, el cruce del Mar Rojo, la travesía a lo largo del desierto… Dios había sido fiel con Israel y lo seguiría siendo siempre.

Traer a la memoria, recordar las cosas buenas que ha hecho Dios en nuestras vidas es algo que debemos hacer en medio de la crisis. Necesitamos nutrirnos de esa historia particular de la fidelidad de Dios con cada uno de nosotros. También Él nos ha sacado de la esclavitud del pecado, nos ha auxiliado cuando nuestros enemigos han acechado nuestra alma: en las pérdidas, la enfermedad, en la injusticia. Necesitamos registrar por escrito las cosas buenas que Dios ha hecho en nuestras vidas, pero ojo, no es sólo traerlas a la memoria sino también meditarlas, reflexionar en ellas, para alimentarnos de esperanza. Dios ha sido bueno y seguirá siendo bueno cada uno de nosotros.

Entonces retomemos, para superar la crisis debemos: 1) Suplicar con sinceridad y 2) Recordar lo que Dios ha hecho. Una tercera pauta que nos sugiere la Palabra es:

III. Pedir lo que agrada a Dios v. 8-11

¿Les ha tocado lidiar con niños caprichosos que hacen rabietas porque no se les da lo que quieren? Tal vez va uno en un bus, en un viaje largo (con bolsa de mareo incluida por si las moscas) y bueno, no falta el niño grosero que le da por armar la pataleta. Ayyy! Ahí sí que se empeora el ambiente.

A veces somos igualitos con Dios. Le armamos la gresca que porque no nos da exactamente lo que queremos mientras Él espera que nosotros le pidamos lo que en verdad necesitamos: Su presencia. A veces, en las crisis, clamamos como en la tragicomedia de Chespirito: “y ahora, ¿quién podrá defenderme? Y esperamos que Dios venga como una especie de Chapulín Colorado: Yooo…. “No contaban con mi astucia…” “Que no panda el cúnico…”

Pero la verdad es que Dios ve la crisis especialmente como una oportunidad para tallar la imagen de su justicia en nosotros. C.S. Lewis, el brillante teólogo cristiano decía: “El dolor es el megáfono de Dios”. Dios aprovecha nuestras crisis para amplificar el volumen de su Voz en nuestro interior pues a veces neciamente hemos cerrado nuestro oídos a esa Voz. Cuando atravieses por la crisis recuerda que Dios aún no ha terminado su obra en ti.

Las expresiones de David nos marcan de nuevo una pauta acerca de las cualidades que deben poseer nuestras peticiones a Dios en medio de la crisis.

¿Qué pedir?

• Su misericordia. v. 8 “Hazme oír por la mañana tu misericordia”. David anhela escuchar la voz de Dios en medio de la crisis, pero aclara que la espera en clave de misericordia, no en clave de juicio.

Independiente del horario que escojas, si te hallas en medio de la crisis, lo fundamental es que no vivas el día sin el impulso que da a tu corazón la Voz de Dios. David, pues, pide su misericordia, pero también pide:

• Su dirección. v. 8 “Hazme saber el camino por donde ande”. Es decir, inspírame para tomar las decisiones correctas.

A la crisis le encantan los deportes extremos. Con frecuencia nos incitan a besar el pecado, nos llevan al filo del abismo y cuando estamos ahí al borde, llenos de confusión y adrenalina, miramos hacia atrás y vemos a nuestro corazón: “hágale pues, tírese, no coma de nada. Fresco que lo usted necesita es un “bañito de placer”. Una aguita termal relajante. Un masajito de SPA que le haga olvidar todas sus penas.

“Engañoso es el corazón del hombre y perverso…” (Jer. 17:9). En medio de la crisis debemos pues pedir también la dirección de Dios, su sabiduría. Pero, ay! si en realidad pusiéramos en práctica todo lo que sabemos. Una cosa es saber, pero otra muy diferente es hacer. Por eso otra cosa que pide David es:

• Su fortaleza. V. 10 “enséñame a hacer tu voluntad”. David pide el poder, la fuerza para obedecer.

Ahora bien, ¿será que cuando estamos asediados por la crisis es fácil oír la voz de Dios, saber el camino y hacer su voluntad? Creo que no lo es. Porque en la crisis se ataca al centro de nuestra voluntad. Dios lo sabe y por eso nos enseña también a que pidamos:

• Su protección. V. 9 “líbrame de mis enemigos, oh Jehová. La verdad es que no podríamos oír, conocer y hacer la voluntad de Dios si primero no son neutralizados nuestros enemigos espirituales.

Entonces, en la crisis debemos entonces pedir lo que agrada a Dios:
Su misericordia, su dirección, su fortaleza y su protección.

Ahora bien. David ha suplicado con sinceridad, ha recordado las obras de Dios, ha pedido conforme al corazón de Dios. En consecuencia ¿Qué recibirá? Porque finalmente también esa es nuestra expectativa! Qué Dios actúe!

CONSECUENCIA: La esperanza v. 11-12

La misma que se desvaneció, como agua entre los dedos, en la vida de Claudia, la muñeca que se derrumbó.

Si hay algo en lo que Dios es experto, es en inspirar: esperanza. Por las expresiones que usa el salmista nos damos cuenta que no sólo confía en que recibirá lo que pide, sino que ya ha recibido consuelo y esperanza en medio de la crisis. La certeza de que Dios intervendrá a su favor porque conoce su causa.

Nótese bien: “El salmo empieza con dolor y termina con esperanza”.
Empieza con sabor a limón y termina con sabor a melón.

Y entre uno y otro estado, se destaca el recuerdo de las obras maravillosas que Dios ha hecho. Cuando nos concentramos en las bondades de Dios, la condición de nuestro espíritu cambia, de lo amargo a lo dulce.

APLICACIÓN

No sé cuál es la nube negra que esté rondando tu corazón: enfermedad, desengaño, desempleo, deudas, pérdidas de seres queridos u otras situaciones.

Cualquiera que sea la situación que enfrentes, Dios te recuerda hoy: “No estás sólo! No desmayes, esfuérzate!

¿Qué ajustes a tu vida devocional debes hacer? Esfuérzate, porque así como la luz del sol desplaza a las tinieblas de la noche, la luz de Dios desplazará las sombras que hoy te cubren. Te llevará “de las sombras a la luz”.

CONCLUSIÓN

Qué puedas abrir tu corazón delante de tu Creador, deleitarte en el recuerdo de su fidelidad y sentir su respaldo en medio de la prueba. Y que puedas recordar que Dios aún no ha terminado su obra en ti. Dios les bendiga!


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sábado, 4 de octubre de 2008

LOS RASGOS DEL CORAZÓN (Lucas 15: 11-32)

INTRODUCCIÓN
¿Te has preguntado alguna vez por qué Dios da bendición a otros que no parecen merecerlo? Es más, ¿Por qué no te bendice a ti igual, si lo mereces más que ellos? A veces pareciera que algo no funciona bien con Dios, que comete errores garrafales y termina llenando de bien a aquellos que, a nuestro juicio no lo merecen, mientras que al mismo tiempo le reclamamos porque no nos ha tratado como a ellos. ¿Por qué el corazón de Dios ve las cosas diferente a nosotros? ¿Qué tipo de corazón espera el Señor que tengamos?


La Escritura hoy nos permitirá tomar una especie de radiografía a nuestro corazón, un TAC, para reconocer algunos de sus rasgos. Lo haremos a través de la conocida parábola del Hijo pródigo (Lc. 15:11-32). Para empezar es preciso que nos hagamos una idea de la ocasión que da origen a narración de la parábola por parte de Jesús.

Capítulo 15 v.v. 1-3
“Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces les refirió esta parábola…”.

De esta manera Lucas, el autor de este evangelio, prepara la escena para la parábola y describe que mientras los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y escribas murmuraban de él o lo criticaban.

Existía entre estos dos grupos una tensión constante. Los escribas y fariseos eran los más religiosos de esa época y se consideraban a sí mismos como los únicos merecedores de la bendición de Dios, pues se afanaban por cumplir una serie de normas que, según ellos, les garantizaba la aprobación divina. Al mismo tiempo rechazaban a quienes no hacían parte de su selecto grupo de “santificados” entre los cuales se hallaban los pecadores o “gente de mala fama” y los publicanos, que eran recaudadores de impuestos para el imperio romano, por lo cual los fariseos los consideraban traidores y los despreciaban. En este clima de tensiones, Jesús cuenta la parábola para decirles a los fariseos y escribas que Dios celebra el retorno del pecador arrepentido.

En esta mañana la Escritura nos quiere recordar que:

“Dios hace fiesta por el arrepentimiento del pecador y nos invita a celebrar con Él”.

LECTURA DEL PASAJE (Completo)



¿Qué tipo de corazón espera Dios que tengamos? Para responder esta pregunta es preciso primero identificar algunos rasgos del corazón humano y compararlos con rasgos del corazón de Dios. Examinaremos en primer lugar El corazón pródigo, en segundo lugar el corazón compasivo y en tercer lugar el corazón de acero.
I. CORAZÓN PRÓDIGO (El hijo que se va). V. 11-20a
En la parábola representa a los pecadores y publicanos
Qué significa pródigo, pues no es un término muy familiar. El diccionario define esta palabra como: “Dicho de alguien que desperdicia y consume su hacienda en gastos inútiles, sin medida ni razón”.
Entonces en nuestro caso el corazón pródigo es aquel que desperdicia sus bienes de forma desmedida.
Rasgos característicos:
1. Inclinado al extravío y derrochador

Siempre con ganas de partir, armar maletas y chao. Como la canción de Miguel Gallardo: “Corazón, corazón, corazón viajero, que no has hecho otra cosa que hacerme sufrir”. V.13“...Juntándolo todo se fue lejos a una provincia apartada…”. Como queriendo asegurarse de que el padre no se le fuera a tirar el plancito. Qué ilusos somos:

¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda encontrarlo? ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra? —afirma el SEÑOR—
Jer. 23:24.
Porqué también nosotros, a veces queremos “abrirnos” del Señor, escabullirnos de su presencia para poder dar rienda suelta a nuestros deseos ocultos. O simplemente ir a algún sitio donde podamos, literal, hacer lo que “nos venga en gana”. Ingenuamente creemos que esa “canita al aire” será más satisfactoria que estar a su lado; pero al final la historia es la misma: frustración, desencanto y culpa.

Este corazón pródigo se fue lejos a derrochar los bienes que su padre le había dado y cabe preguntarse ¿cómo estamos usando la herencia cotidiana que nos da Dios? Nuestros dones, nuestras amistades, nuestro dinero… Un vistazo superficial nos permitiría reconocer el monumental desfalco que hacemos todo el tiempo de las oportunidades que nos da el Señor.

2. Terco para recapacitar

Sólo hasta que tocó fondo el hijo pródigo recapacitó. La expresión “y volviendo en si” v. 17, nos sugiere que antes estaba “fuera de si”; pero hubo un momento, sin duda el único brillante que tuvo, en el cual entendió que la había embarrado demasiado.

¿Qué pasos debió seguir este hijo pródigo para volver a casa del padre? Pueden estos pasos servirnos de ayuda si reconocemos nuestra necesidad de volver a Él cuando hemos fallado. Vamos a ver la “secuencia del arrepentimiento:


1. Concientización. V. 17 “y volviendo en sí…” Tomar conciencia tiene que ver con apelar a la razón, esto es, hacer un alto en el camino, comparar y reconocer que es suficiente, que se ha llegado ya demasiado lejos.

2. Decisión. Apela a la voluntad: v. 18 “me levantaré e iré a mi padre, diré…”

3. Humillación. Implica estar dispuestos a renunciar a privilegios con tal de poder sentir de nuevo el incomparable aroma del hogar: v. 19 “ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”. Qué contraste! Nótese que el “DAME” ha quedado atrás y ahora entra en escena el “HAZME”.

4. Retorno y confesión. V. 20 “Y levantándose, vino a su padre…” Es volver a Dios, aún venciendo toda nuestra vergüenza, nuestros temores y esas voces internas que quieren hacernos desistir del regreso.

II. CORAZÓN COMPASIVO (El padre que recibe) v.v.20b-24.
En la parábola representa a Dios. Rasgos característicos:
1. Se inclina a la misericordia
La expresión “fue movido a misericordia” v. 20, aparece en otras versiones como: “sintió compasión”. Llama la atención que el padre lo vio desde lejos, lo que sugiere que el padre estaba a la expectativa del retorno de su hijo.
Entonces el padre: corrió, se echó sobre su cuello, y le besó. ¿Qué pasó en el corazón del padre que lo llevó a reaccionar de esa forma? Seguramente una explosión de alegría de proporciones nucleares. Ese corazón desolado, ese corazón “partío”, por la ausencia de su hijo, ahora latía a 220 p/m. Una descarga masiva de adrenalina se vaciaba por todo su cuerpo, una reacción que se siente sólo cuando se sacia el hambre del amor, porque a veces, el amor duele como el hambre, y es peor aún cuando no la podemos saciar de inmediato. Este padre llevaba esperando a su hijo el tiempo suficiente como para sentir hambre en el corazón, y cuando lo vio venir a lo lejos, fuac! Corrió a su encuentro, como una fiera tras su presa, para saciar esta hambre con abrazos y besos.
Pero no contento con la carrera, el abrazo y el beso, al corazón compasivo
2. Le encanta celebrar, porque cuando se sacia el hambre del corazón es tiempo de “echar la casa por la ventana”. La exclamación del padre:
v. 22 "¡Pronto! Traigan la mejor ropa, el anillo y el calzado! Expresa la urgencia de la misericordia. Dios celebra y deja claro el porqué: “este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido y es hallado”.
“Dios tiene afán de bendecirnos, de restituir aquello que habíamos perdido por nuestro pecado y nuestras malas decisiones”.
Efesios 3:20 dice que: “…Él es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos…”.
La lógica del corazón compasivo rompe todos nuestros esquemas preconcebidos, nos “vuela los sesos”. La compasión de Dios no consulta nuestra lógica cerrada donde caben pocos y se pierden muchos, casi todos, excepto, por supuesto, nosotros mismos. Su misericordia no apela a la democracia, no convoca referéndums, simplemente la da a quien quiere, cuando quiere.
Si Dios ha decidido restituir y bendecir a aquel que no nos tragamos (ni colado), si a perdonado a aquel que a nuestro juicio no merecía otra cosa que el castigo, entonces estamos llamados a celebrar con Él por más que nos cueste. Y entiendo que esto quizás nos tomará tiempo, pero, que bueno que Dios no ha dejado en nuestras manos la administración de su justicia, de ser así, ya hubiéramos hecho hasta “pa´vender”. La hubiéramos dado a cuenta gotas, mientras Él se complace en darla “a chorros”. El apóstol Juan dice de una manera demasiado simple, pero que lo dice todo: “Dios es amor”.

III. CORAZÓN DE ACERO (El hijo que se enoja). V.v. 25 - 32
Es un corazón duro, fuerte, inflexible. En la parábola representa a los fariseos.
Rasgos característicos:
1. Se autojustifica y acusa
v.v. 29 “He aquí tantos años te sirvo…” Que tal este! Echándole en cara la “antigüedad”. Definitivamente “antigüedad” no garantiza “identidad” En asuntos espirituales, solemos creernos de “mejor familia que los demás”. Nos apoyamos en cosas que hacemos, el servicio a Dios que prestamos, para creernos merecedores de sus bendiciones. ¿Qué cosas nos pueden hacer creer que merecemos más que los demás?
-Tiempo de antigüedad en la fe
-Liderazgo
-Servicio en un ministerio
-Dones y talentos
El corazón de acero es además muy flexible para juzgar el pecado propio, pero inflexible para juzgar el pecado del otro, v. 30 “pero cuando vino éste tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras…” A veces nos pasa igual: condenamos a los demás a la menor falta, pero si nos equivocamos entonces queremos que los demás nos comprendan.
Dios nos comprende: Te comprende a ti, pero también comprende al otro. Esa sangre que manchó el madero de rojo carmesí, se derramó por ti, pero también por el otro y eso nos pone a todos en igualdad de condiciones.
2. Es aguafiestas
Al corazón de acero no le gustan las celebraciones, excepto aquellas en las que él mismo es homenajeado. Pero si se trata de fiestas para otros que, según él, no se las merecen, prefiere quedarse afuera y dejar al anfitrión plantado. Aunque el anfitrión le ruegue que entre.
APLICACIÓN: DIETA PARA LOS CORAZONES ENFERMOS
Tanto el corazón pródigo, como el corazón de acero, están enfermos. El pródigo de ingratitud aguda; el de acero, de soberbia crónica.
Para su tratamiento, no es recomendable la automedicación; más bien algunos consejos derivados de La Escritura, pueden sanarlos.
DIETA PARA EL CORAZÓN PRÓDIGO

1. Hacer menos exigencias y más renuncias
2. Cultivar la gratitud
3. Aprovechar bien los dones sirviendo al Reino de Dios
4. Incorporar hábitos permanentes de arrepentimiento genuino
5. Valorar todo el tiempo la mayor herencia que Dios nos ha dado: su presencia en nuestras vidas.

DIETA PARA EL CORAZÓN DE ACERO

1. Cultivar la humildad
2. Renunciar al egoísmo
3. Combatir la envidia y los celos
4. Sonreír con Dios más a menudo
5. Valorar todo el tiempo la mayor herencia que Dios nos ha dado: su presencia en nuestras vidas.




CONCLUSIÓN:

Si el corazón pródigo derrochó bienes y el corazón de acero derrochó envidia; el corazón compasivo derrochó misericordia, y sí que el mundo necesita de ese derroche de justicia de Dios!

Y el SEÑOR le respondió (a Moisés):
“Voy a darte pruebas de mi bondad, y te daré a conocer mi nombre. Y verás que tengo clemencia de quien quiero tenerla, y soy compasivo con quien quiero serlo”. Ex. 33:19
¿Qué tipo de corazón espera el Señor que tengamos? La respuesta es sencilla: Un corazón compasivo que celebra el retorno del pecador arrepentido.

Dios nos bendiga en el intento por lograrlo!

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OFERTA Y DEMANDA (Juan 14: 15-31)

INTRODUCCIÓN

¿Te ha pasado alguna vez que compartes mucho tiempo con una persona, vives experiencias especiales con ella y de un momento a otro, ya no está o sientes que la estás perdiendo? ¿Qué sentimientos quedan flotando en el corazón por su ausencia? Tristeza, sensación de abandono, soledad… Y si esa persona ha significado mucho para ti y has puesto en ella mucha esperanza, es muy posible que sientas miedo de lo que ha de venir ahora que ya no va a estar.


Estos sentimientos de tristeza, abandono y miedo eran los que abrumaban a los discípulos de Jesús cuando se acercaba la hora de su muerte.

Jesús conocía claramente el estado de ánimo de sus amigos y sabía del riesgo que corrían por causa de la tristeza y por eso les anima a que confíen en sus palabras, a que retengan las enseñanzas que han recibido.

A veces a nosotros nos ocurre algo semejante, nos agobia la tristeza por diferentes circunstancias y sentimos como que Dios se ha ido de nuestro lado y entonces somos tentados a quebrantar sus mandamientos. Si en verdad decimos amar a Dios es porque guardamos sus mandamientos, cualquiera que sea nuestra situación, en primavera o en invierno.

Jesús conoce claramente nuestro estado de ánimo y nos alienta hoy a que confiemos a su Palabra y retengamos las enseñanzas que hemos recibido.

Lectura del texto

Antes de empezar con el primer punto del sermón quisiera formularles una pregunta y les pido que si su respuesta es SI, responda con un AMEN, pero si su respuesta es NO, o no estoy seguro, entonces se quede en silencio. Ahí va la pregunta: ¿Ama usted a Dios? Ok, pues bien, hoy veremos lo que nos dice La Biblia acerca de lo que significa “amar a Dios” y los resultados de amarlo, no a nuestra manera, si no a su manera. Reflexionaremos en primer lugar sobre “La Demanda” y en segundo lugar sobre “La Oferta”.

PRINCIPIO (Que orientará nuestra reflexión): “Nuestra obediencia a la Palabra de Dios es la prueba de que le amamos, y si obedecemos su Palabra, Él nos amará y se manifestará a nosotros”.

I. LA DEMANDA v. 15,21a

“Si me amáis, guardad mis mandamientos”.

La obediencia

Jesús nos propone una condición aparentemente simple, pero que sabemos que cuesta mucho. Y nos dice que la evidencia de nuestro amor a él es guardar sus mandamientos. La verdad es que el amor es algo que exige evidencias. Algo especial tiene el amor, no se deja disfrazar sólo de palabras, exige ser vestido con hechos que los demuestren.
La fuerza de los hechos. Las palabras, nuestras palabras, muy bonitas y todo, pero igual, se las lleva el viento. Pero las demostraciones de afecto quedan allí como un recordatorio permanente de que el amor es.
Y Jesús, por supuesto, no se deja (y perdonen la expresión) “calentar el oído”, no se deja enredar con nuestras palabras: “si me amáis, si dices que me amas, demuéstramelo”, ¿cómo? Guardando mis mandamientos.

La obediencia, el cumplimiento de su Palabra es la evidencia “física” de nuestro amor. Bueno, es posible que algún cántico u oración nuestra le despierte al Señor interés y hasta le conmueva; pero si nuestras palabras de amor hacia él, si nuestros cánticos no están respaldados con una vida de integridad, quizás sólo despierten en Él un gran bostezo, sino es que una gran indignación!

La lucha

Ahora bien, ¿qué significa guardar los mandamientos? Porque si nos cogen a quemarropa con la pregunta: ¿obedeces los mandamientos de Dios? Muy probablemente diríamos que no o que no estamos seguros, pues la verdad es que en muchas ocasiones, durante el día, fallamos; pero también es cierto que en muchas ocasiones actuamos conforme a la voluntad de Dios.

Ahora, si hay alguien aquí que se considera perfecto y que nunca falla, entonces creo que está como en la propaganda de la casita roja, en el lugar equivocado.

Guardar los mandamientos no tiene que ver con la perfección en todos nuestros actos, algo que es imposible cumplir, al menos mientras estemos aquí en la tierra.
Tiene que ver más bien con un proceso de mejoramiento continuo en el cual voy superando cosas en el camino que otrora no podía vencer. Pero esa victoria que obtenemos no es gratuita, sabemos que es costosa porque significa la renuncia a nosotros mismos, despojarnos de nuestro ego, a fin de que sea el rostro de Dios el que resplandezca. Significa “luchar”, y esto no es fácil.

El amor

Y para luchar necesitamos tener una motivación, de lo contrario, nos rendimos.
¿Cuál sentimiento creen ustedes que es el más poderoso motor para el cambio en una persona? El amor. Cuando amamos y nos sabemos amados se crea un poderoso ambiente para crecer, un hábitat propicio que desencadena cambios de forma fluida. “Si me amáis…” Nótese que Jesús incluye intencionalmente al “amor” como un sentimiento que debe motivar nuestra obediencia.

No es la fría orden de un empleador a su empleado. Es más bien la cálida instrucción de alguien que nos ama y que quiere lo mejor para nosotros. Y la verdad es que Jesús da en el blanco del asunto. Para obedecer, es preciso primero “amar”, porque amamos aquello que logra conmover nuestro corazón desde lo más profundo. El desafío que Jesús nos hace, pues, es monumental: amar su Palabra, cuestión por demás, compleja, porque con mucha frecuencia ella se opone a nuestros impulsos; y ese conflicto entre lo que quiero hacer v.s. lo que la Palabra espera que haga, sólo lo resuelve el amor. Cuando amamos la Palabra la obedecemos y entonces amamos al maestro.

Ya he dicho que obedecer la Palabra no es fácil, es más, prácticamente sería imposible si no contáramos con la ayuda de Dios. Esto nos introduce al segundo momento de este sermón:

II. LA OFERTA v. 16,17, 21, 23, 26

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. V. 16-17

La promesa del Espíritu

La oferta de Dios para permanecer en su amor es EL ESPÍRITU SANTO, sin su ayuda, sin su respaldo no sería posible la obediencia. Y se da aquí una especie de relación recíproca: a mayor obediencia, mayor presencia del Espíritu y viceversa.

Los discípulos, como decía al principio, estaban llenos de tristeza y miedo, su maestro, su fuente de confianza y seguridad pronto se les perdería del panorama y ellos quedarían confundidos. Y en medio de este paisaje sombrío Jesús les prometía que no iban a quedarse solos sino que enviaría un Consolador para que estuviese con ellos para siempre.

“Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”. v. 19

En sus palabras Jesús nos dice que los discípulos podemos llegar a verle “aunque su presencia física no esté entre nosotros”. Y este avistamiento de su presencia del que habla no es físico sino espiritual. No alude a verle con nuestros ojos externos, sino con nuestros ojos internos.

Hablo precisamente del corazón. Entonces cuando ponemos su Palabra por obra, cuando le obedecemos, podemos ver que está actuando en nuestra vida, nuestro corazón puede sentir su presencia: su respaldo, su fortaleza y también su complacencia en nosotros.
De igual forma, cuando hemos actuado mal, cuando hemos menospreciado sus mandamientos, entonces sentimos el vacío de su presencia, como que ya no está, como que ha decidido "esconder su rostro de nosotros”.

Si la obediencia es la evidencia de nuestro amor a Dios, el Espíritu Santo es la evidencia de su amor en nosotros (Bis).

“El que tiene mis mandamiento, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y lo amará, y me manifestaré al él”.

Vivimos en un mundo que niega la existencia de Dios simplemente porque no lo ve. Y este anuncio que hace Jesús de que sus discípulos le verían en tanto obedecieran su Palabra era algo que ellos simplemente no podían entender. Por eso Judas, y Juan aclara que no era el Iscariote, le preguntaba: pero Señor, cómo es eso de que te manifestarás a nosotros y no al mundo? Explícalo porque no cabe en mi mente. ¿Cuál será la evidencia de que estás presente en nosotros? Esto era algo que ellos no entendían en ese momento, pero que lo entenderían después:

“En aquel día, vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mi, y yo en vosotros”. V. 20

Hay cosas que tampoco hoy entendemos, pero que vendremos a entender después. A veces queremos tener el mapa completo de lo que ha de venir y eso hace que nos llenemos de impaciencia y ésta es un arma que usa Satanás en contra de nuestra fe.

Nuestra mente es limitada y no sabemos por qué a veces ocurren cosas en nuestra vida que parecen no tener sentido, y en las cuales parece que Dios se ha perdido del panorama.
Pero es cierto, Dios no nos ha traído a morar en medio de tinieblas, a descubrir el mundo como a tientas, a ciegas. El hecho de que tengamos limitaciones para comprender algunas cosas no lo hace a Él injusto porque entre otras cosas, nos ha dicho que Él es la luz y que tenemos aquí, en la Biblia, la palabra profética más segura (2 P. 1:19).

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”, dice el salmista.

Entonces lo que Dios ha trazado para nosotros es más bien un plan precioso que espera que vayamos descubriendo poco a poco. Y plan no es plan si no tiene sus reveses. Mi abuela Rosa, que en paz descansa, solía decir: “todo hace parte de la aventura”.

Lo que pasa es que a la mayoría de nosotros no nos gusta esa parte, pero esas contrariedades que pasamos hacen parte de la vida y ninguna de ellas, óigase bien, ninguna de ellas, es tan fuerte como para destruir el plan supremo de Dios para cada uno de nosotros.


Entonces tenemos la Palabra para amarla y obedecerla, pero también nos ha dado al Espíritu Santo: “El que me ama, mi Palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” v. 23. Imagínese qué visitita la que nos llega: la corte celestial en pleno! Todo su poder de nuestro lado y con un propósito claro: para que Él sea glorificado en nosotros. Y cuando esto ocurre, cuando Dios se glorifica en nosotros, entonces nuestra vida es promovida, catapultada a una dimensión de sentido exponencial, de gran estima.

Las obras del Espíritu

Así pues, la oferta de Dios es el Espíritu Santo morando en nosotros, el cual hará tres cosas concretas:

1. Enseñarnos todas las cosas
2. Recordarnos todo lo que Jesús ha dicho
3. Darnos paz

Enseñanza, recorderis y paz. Un alumno no aprende si no va a la escuela, un discípulo no aprende si no comparte con su maestro.

¿Cuánto tiempo estás invirtiendo en relacionarte con el Espíritu? ¿Qué dirán de ti en el cielo cuando llegas a clase con tu maestro, allí en la intimidad de tu alcoba? Llegó el torero, que solo viene por temporadas, o llegó este que es más cumplido que novio feo. Hmmm, en este caso, es mejor novio feito que torero bonito.

ILUSTRACIÓN: LA CONTRASEÑA

La contraseña es una clave secreta que permite el acceso a algo, a alguien o un grupo de personas antes inaccesible. Las contraseñas son como llaves que abren puertas. Actualmente exigen contraseñas para realizar algunas operaciones bancarias. Por ejemplo cuando voy a hacer una transacción en un cajero electrónico, éste me pide el número de clave o contraseña para poder obtener el servicio; lo mismo ocurre con los correos electrónicos, antes de entrar a mi bandeja de entrada es necesario digitar la contraseña.

Esto puede aplicarse también en nuestra relación con Dios: para acceder a las bendiciones que Él tiene para nosotros sus discípulos, debemos presentar la contraseña y ¿cuál es? Guardar sus mandamientos.

APLICACIÓN

A veces hay situaciones en nuestras vidas en las que parece que prevaleciera el mal. Nubes negras se ciernen sobre nosotros y oscurecen los días. Hay frío, angustia, desánimo. Buscamos a Dios y es como si no estuviera allí, como que nos ha dejado solos, y debemos capotear la adversidad desprovistos de su ayuda. El verdadero amor se mide en la fidelidad en medio de la distancia. En ocasiones la ausencia de Dios es una prueba a nuestra entrega para revelarnos cuál es el nivel de amor que decimos tenerle.
Otras veces nuestros pecados hacen que Él esconda de nosotros su rostro porque con ellos le decimos: no valoro tus mandamientos ni tu presencia en mi vida.
Y Él dice: Ok, si no tengo cabida en tu corazón, me voy, no voy a estar donde no soy bienvenido; porque eso sí tiene Dios, que no le gusta vivir de “arrimado” en nuestro corazón. Y a veces ése es el lugar que le damos.

Dios no nos pide cosas imposibles de cumplir. Si no obedecemos es más bien porque nos falta tenacidad para persistir. Perdónenme la expresión tan paisa, pero nos falta “verraquera”. La mayoría de las veces luchamos con alguna debilidad y pronto desistimos: “No, yo no puedo con esto!” Claro que podemos! Vencemos cuando el poder de Dios está de nuestro lado. Que las cosas no andan como quisieras, lucha, persevera!

“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. Josué 1:9.

CONCLUSIÓN:

Que en este mes del amor y la amistad y en todos los meses, la mejor demostración de amor que damos a Dios sea nuestra obediencia, para así obtener todo el poder de Su Espíritu y vencer las circunstancias que nos agobian. Bendiciones!

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