sábado, 10 de octubre de 2009

UNA INVITACIÓN A PERMANECER EN CRISTO. Jn. 15:1-17

Quiero empezar este sermón citando un fragmento de un ensayo del escritor uruguayo Eduardo Galeano en el que reflexiona sobre el carácter “desechable” de las cosas hoy en día, dice el autor:

“Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.


Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que las relaciones de pareja y hasta la amistad son descartables”.

Vivimos, pues, en la era de lo desechable, si algo no nos sirve, simplemente lo tiramos. Todo resulta susceptible de caducidad. La noción de permanecer es algo relativo, todo depende de las circunstancias. Por estos días la política en Colombia se ha visto marcada por un fenómeno llamado: “transfuguismo” o para decirlo de una manera menos técnica: el “volti-arepismo”, en el cual, los seguidores de un partido se pasan a otro dependiendo de sus conveniencias:

Los de cambio radical se van para la U, los liberales saltan de aquí a allá y ni que decir de algunos conservadores…(esto lo digo con el perdón de algunos apreciados hermanos en Cristo aquí presentes…)
Y es que, quizás una de las cosas más difíciles en la vida sea “permanecer” en algo con lo que nos hayamos comprometido. Y esto sí que se aplica en nuestra vida espiritual, porque de continuo somos acechados por situaciones que nos invitan a renunciar, a salirnos del camino, a deambular por otras rutas. El pecado se nos presenta como un apetitoso bocado al paladar de nuestro corazón, tan insaciable, tan hambriento a veces de emociones “excitantes”! Pero en medio de ese abanico de ofertas sigue retumbando, fuerte y clara, la voz del Maestro a “permanecer” en la fe que se nos ha revelado.

“Hoy meditaremos sobre la necesidad de que como discípulos permanezcamos íntimamente unidos a Jesús en amor para así llevar abundante fruto de amor a otros”.
Lectura del pasaje: Juan 15:1-17.

Hoy nos hará de nuevo la Palabra, una invitación para permanecer en Cristo.
Así entonces consideraremos al menos tres características de esta invitación a permanecer. ¿Qué implica permanecer en Cristo?

I. El modelo
II. Las demandas
III. Los propósitos

Y examinaremos igualmente las implicaciones de rechazar esta invitación a permanecer, así como las implicaciones de aceptarla.

I. EL MODELO

- La vid y los pámpanos v. 1, 5
Recordemos que la vid es el árbol que produce uvas y los pámpanos son las ramas del mismo. Es decir, los pámpanos hacen parte de la vid, están unidos en una especie de “conexión vital”, intrínseca. Y nos dice Jesús que este es el modelo de discipulado que debemos tener. La posibilidad de que una rama dé fruto depende de su conexión vital con la vid, si pierde esta conexión, entonces la rama o el pámpano, simplemente no puede dar fruto por sí solo. Y exactamente lo mismo aplica en nuestra relación con Jesús. Sólo podemos dar mucho fruto si permanecemos unidos a él, pues de lo contrario terminamos siendo estériles.

Y nos dice el v. 2 que “todo pámpano que en mi no lleva fruto lo… quitará”. Y esto me hace pensar en:

- La misericordia de Dios
Porque si fuésemos aquí sometidos a un test que midiera la cantidad y calidad de nuestro fruto, creo que muchos de nosotros nos quedaríamos colgados (y no del árbol exactamente…)

¿Qué tipo de pámpano eres? De esos que cuando el Padre observa, están produciendo fruto en abundancia, o de esos que él lleva ahí, años, esperando que dé algún fruto y muy poco o nada? ¡Qué misericordia la de Dios! ¡Cómo nos espera, cómo retiene la hoz para no cortarnos definitivamente de su viña! ¡Cómo nos soporta!
Por eso dice el salmista: “Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad” Sal. 138:2. Pero no podemos olvidar tampoco que si descuidamos nuestra relación con él, llega un momento en que estamos tan fríos como en el polo sur, a años luz de casa, y corremos el riesgo de ser cortados.

Nos propone pues, el Señor, un modelo de unidad intrínseca con él, y luego nos dice las condiciones que debemos cumplir para garantizar esta unión íntima. Esto nos lleva a nuestro segundo punto:

II. LAS DEMANDAS
- Guardar sus mandamientos v. 10
Cómo él ha guardado los mandamientos del Padre. El anhelo profundo, vital de Jesús es glorificar al Padre y eso ocurre precisamente cuando obedecemos su Palabra. Y cuando lo hacemos, entonces su amor, su gozo, su complacencia, nos abriga. Y aquí es importante tener presente que cuando hablamos de obediencia hablamos de luchar por guardar sus mandamientos. No hablamos de “perfección sino de pasión”; de andar en un camino que nos va haciendo poco a poco mejores seres humanos.

- El amor unos a otros v. 12
Precisamente porque estamos en ese camino de ser mejores, ninguno de nosotros puede convertirse en juez de otros. Lo que para mi puede ser fácil de llevar, para otros no y viceversa. Todos, por igual, tenemos el signo común del pecado que mora en nuestra carne, entonces, cuidado! Con convertirnos en jueces que condenan a otros. El ejercicio del juicio es potestativo de Dios, a nosotros se nos ha llamado a “ejercer su amor”. Es más, se nos ha “ordenado” hacerlo, de la misma manera que él nos ha amado.

Resulta curioso que el apóstol Juan deba enfatizar en este aspecto del amor, si se tiene en cuenta que hablaba a una audiencia judía que supuestamente conocía el corazón de Dios. ¿Será que este llamado al amor sigue siendo vigente para nuestra iglesia local, hoy? ¿Será que hay al presente, entre nosotros, relaciones rotas que contradicen lo que decimos creer? (Consideremos esto…) Si es así, el Señor nos está llamando hoy a tender puentes de reconciliación.

III. LOS PROPÓSITOS

- Llevar mucho fruto v. 16b
El discípulo de Jesús está llamado a dar fruto. Cuando Jesús se acerca a nosotros para ofrecernos su salvación, trae al mismo tiempo una agenda de misión. Cuando Jesús envía a nuestro corazón el e-mail de salvación, envía como archivo adjunto el desafío de la misión. Y encontramos aquí precisamente un problema de fondo para nosotros los creyentes, porque abrazamos la oferta de salvación, mientras que despreciamos la demanda de misión. Y el llamado que Dios nos hace a sus hijos es integral, involucra los dos aspectos: salvación y misión.

Dado que el Señor conoce de nuestra “amnesia espiritual”, hoy nos quiere recordar que salvación y misión son dos caras de una misma moneda.
El asunto cuando Dios nos llama es que a diferencia de nosotros, el no se conforma con “mínimos”, Él espera que demos lo máximo, que llevemos no solo fruto, sino “mucho fruto” y que este fruto sea sostenible, que permanezca.

- Vivir gozosos v. 7, 11, 16c
A ver si me ayudan a completar estas frases:
“…yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” Jn. 10:10
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” Jn. 7:38

¿Es esto acaso cierto? Por favor!!! Si la palabra gozo para nosotros tomó un nuevo significado cuando conocimos a Jesús! Sólo él puede traer a nuestro corazón el gozo verdadero, ese que salta para vida eterna! Y cuando nos llama a permanecer en él, en su amor, es porque quiere compartirlo, quiere que también se cumpla en nosotros.

APLICACIÓN:
a) ¿Qué implica desechar esta invitación?
- Juicio en secuencia
El discípulo que no acepta la invitación a “permanecer” íntimamente unido a Jesús está inevitablemente destinado a vivir la secuencia del juicio. El v. 6 nos describe de forma cruda este proceso:

1. Exclusión: “será echado fuera”. Sugiere un momento en el cual el creyente no hará más parte de Cristo, esta relación sufrirá una fractura total, irreconciliable. Ahí si no habrá “zona de despeje” o intercambio humanitario que valga.
2. Deshidratación: “…y se secará”. Un cuerpo sin agua, reseco, muere. Esto supone una pérdida de la savia que da vida, la pérdida del gozo. Implica, en contraposición, la vivencia de una vida amarga y sin sentido.
3. Extinción: “…y los recogen, y los echan en el fuego y arden”. Se llega, pues, a un proceso de extinción total, donde se elimina toda evidencia relación con Dios.

Esto es precisamente lo que ocurre con el creyente que no permanece en Jesús, sufre un proceso sistemático e inevitable de descomposición. Una especie da “muerte lenta”.
¡Qué gran paradoja! Habiendo sido creado y llamado para ser “una rama fructífera”, termina convirtiéndose en nada más que ceniza…

b) ¿Qué implica aceptar esta invitación?
- Complacencia plena
El pámpano fructífero tiene ante Dios la misma gracia que ofrece a nuestros ojos el alba, el amanecer, cuando despunta sobre el horizonte. Cuando Dios mira a este pámpano de lejos –algo que es eventual, porque por lo general lo mira muy de cerca-, entonces su corazón palpita lleno de amor, como lo hace el de un novio enamorado por su novia. Como esos amores de adolescencia que con sólo una mirada nos hacen desfallecer, lo recuerdan?
Es tan apasionado este amor que el Padre mismo se encarga de cuidarlo, de cultivarlo, de podarlo, de limpiarlo. Es un afán desmedido por mantenerlo bien, grato, para que pueda dar más y más fruto. No, aquí no hay lugar para secuencias de juicio, porque el pámpano fructífero obtiene del Padre la plena complacencia: “Pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Como quien dice: “boquita que querés!” Qué contraste, ¿no? Mientras aquel debe vivir un proceso de descomposición a plazos, éste recibe la plenitud de la generosidad de Dios de contado! (Bis) A ese nivel de disposición se coloca el Padre para el discípulo que decide permanecer unido a Jesús.

CONCLUSIÓN:
Quizás tú, como yo, hayas venido acariciando, hace un tiempo, la idea de partir, de no permanecer. Recuerda que Aquel que te creó piensa en grande contigo y te llamó, no para ser rama que se convierte en ceniza sino para ser rama que da “fruto abundante y sostenible”. Bendiciones!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Hermano , necesitaba encontrar algo que me guiara acerca de Juan 15:1-17, y me encontré con este mensaje hermoso y muy práctico. Muchas Gracias.