sábado, 4 de octubre de 2008

LOS RASGOS DEL CORAZÓN (Lucas 15: 11-32)

INTRODUCCIÓN
¿Te has preguntado alguna vez por qué Dios da bendición a otros que no parecen merecerlo? Es más, ¿Por qué no te bendice a ti igual, si lo mereces más que ellos? A veces pareciera que algo no funciona bien con Dios, que comete errores garrafales y termina llenando de bien a aquellos que, a nuestro juicio no lo merecen, mientras que al mismo tiempo le reclamamos porque no nos ha tratado como a ellos. ¿Por qué el corazón de Dios ve las cosas diferente a nosotros? ¿Qué tipo de corazón espera el Señor que tengamos?


La Escritura hoy nos permitirá tomar una especie de radiografía a nuestro corazón, un TAC, para reconocer algunos de sus rasgos. Lo haremos a través de la conocida parábola del Hijo pródigo (Lc. 15:11-32). Para empezar es preciso que nos hagamos una idea de la ocasión que da origen a narración de la parábola por parte de Jesús.

Capítulo 15 v.v. 1-3
“Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces les refirió esta parábola…”.

De esta manera Lucas, el autor de este evangelio, prepara la escena para la parábola y describe que mientras los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y escribas murmuraban de él o lo criticaban.

Existía entre estos dos grupos una tensión constante. Los escribas y fariseos eran los más religiosos de esa época y se consideraban a sí mismos como los únicos merecedores de la bendición de Dios, pues se afanaban por cumplir una serie de normas que, según ellos, les garantizaba la aprobación divina. Al mismo tiempo rechazaban a quienes no hacían parte de su selecto grupo de “santificados” entre los cuales se hallaban los pecadores o “gente de mala fama” y los publicanos, que eran recaudadores de impuestos para el imperio romano, por lo cual los fariseos los consideraban traidores y los despreciaban. En este clima de tensiones, Jesús cuenta la parábola para decirles a los fariseos y escribas que Dios celebra el retorno del pecador arrepentido.

En esta mañana la Escritura nos quiere recordar que:

“Dios hace fiesta por el arrepentimiento del pecador y nos invita a celebrar con Él”.

LECTURA DEL PASAJE (Completo)



¿Qué tipo de corazón espera Dios que tengamos? Para responder esta pregunta es preciso primero identificar algunos rasgos del corazón humano y compararlos con rasgos del corazón de Dios. Examinaremos en primer lugar El corazón pródigo, en segundo lugar el corazón compasivo y en tercer lugar el corazón de acero.
I. CORAZÓN PRÓDIGO (El hijo que se va). V. 11-20a
En la parábola representa a los pecadores y publicanos
Qué significa pródigo, pues no es un término muy familiar. El diccionario define esta palabra como: “Dicho de alguien que desperdicia y consume su hacienda en gastos inútiles, sin medida ni razón”.
Entonces en nuestro caso el corazón pródigo es aquel que desperdicia sus bienes de forma desmedida.
Rasgos característicos:
1. Inclinado al extravío y derrochador

Siempre con ganas de partir, armar maletas y chao. Como la canción de Miguel Gallardo: “Corazón, corazón, corazón viajero, que no has hecho otra cosa que hacerme sufrir”. V.13“...Juntándolo todo se fue lejos a una provincia apartada…”. Como queriendo asegurarse de que el padre no se le fuera a tirar el plancito. Qué ilusos somos:

¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda encontrarlo? ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra? —afirma el SEÑOR—
Jer. 23:24.
Porqué también nosotros, a veces queremos “abrirnos” del Señor, escabullirnos de su presencia para poder dar rienda suelta a nuestros deseos ocultos. O simplemente ir a algún sitio donde podamos, literal, hacer lo que “nos venga en gana”. Ingenuamente creemos que esa “canita al aire” será más satisfactoria que estar a su lado; pero al final la historia es la misma: frustración, desencanto y culpa.

Este corazón pródigo se fue lejos a derrochar los bienes que su padre le había dado y cabe preguntarse ¿cómo estamos usando la herencia cotidiana que nos da Dios? Nuestros dones, nuestras amistades, nuestro dinero… Un vistazo superficial nos permitiría reconocer el monumental desfalco que hacemos todo el tiempo de las oportunidades que nos da el Señor.

2. Terco para recapacitar

Sólo hasta que tocó fondo el hijo pródigo recapacitó. La expresión “y volviendo en si” v. 17, nos sugiere que antes estaba “fuera de si”; pero hubo un momento, sin duda el único brillante que tuvo, en el cual entendió que la había embarrado demasiado.

¿Qué pasos debió seguir este hijo pródigo para volver a casa del padre? Pueden estos pasos servirnos de ayuda si reconocemos nuestra necesidad de volver a Él cuando hemos fallado. Vamos a ver la “secuencia del arrepentimiento:


1. Concientización. V. 17 “y volviendo en sí…” Tomar conciencia tiene que ver con apelar a la razón, esto es, hacer un alto en el camino, comparar y reconocer que es suficiente, que se ha llegado ya demasiado lejos.

2. Decisión. Apela a la voluntad: v. 18 “me levantaré e iré a mi padre, diré…”

3. Humillación. Implica estar dispuestos a renunciar a privilegios con tal de poder sentir de nuevo el incomparable aroma del hogar: v. 19 “ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”. Qué contraste! Nótese que el “DAME” ha quedado atrás y ahora entra en escena el “HAZME”.

4. Retorno y confesión. V. 20 “Y levantándose, vino a su padre…” Es volver a Dios, aún venciendo toda nuestra vergüenza, nuestros temores y esas voces internas que quieren hacernos desistir del regreso.

II. CORAZÓN COMPASIVO (El padre que recibe) v.v.20b-24.
En la parábola representa a Dios. Rasgos característicos:
1. Se inclina a la misericordia
La expresión “fue movido a misericordia” v. 20, aparece en otras versiones como: “sintió compasión”. Llama la atención que el padre lo vio desde lejos, lo que sugiere que el padre estaba a la expectativa del retorno de su hijo.
Entonces el padre: corrió, se echó sobre su cuello, y le besó. ¿Qué pasó en el corazón del padre que lo llevó a reaccionar de esa forma? Seguramente una explosión de alegría de proporciones nucleares. Ese corazón desolado, ese corazón “partío”, por la ausencia de su hijo, ahora latía a 220 p/m. Una descarga masiva de adrenalina se vaciaba por todo su cuerpo, una reacción que se siente sólo cuando se sacia el hambre del amor, porque a veces, el amor duele como el hambre, y es peor aún cuando no la podemos saciar de inmediato. Este padre llevaba esperando a su hijo el tiempo suficiente como para sentir hambre en el corazón, y cuando lo vio venir a lo lejos, fuac! Corrió a su encuentro, como una fiera tras su presa, para saciar esta hambre con abrazos y besos.
Pero no contento con la carrera, el abrazo y el beso, al corazón compasivo
2. Le encanta celebrar, porque cuando se sacia el hambre del corazón es tiempo de “echar la casa por la ventana”. La exclamación del padre:
v. 22 "¡Pronto! Traigan la mejor ropa, el anillo y el calzado! Expresa la urgencia de la misericordia. Dios celebra y deja claro el porqué: “este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido y es hallado”.
“Dios tiene afán de bendecirnos, de restituir aquello que habíamos perdido por nuestro pecado y nuestras malas decisiones”.
Efesios 3:20 dice que: “…Él es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos…”.
La lógica del corazón compasivo rompe todos nuestros esquemas preconcebidos, nos “vuela los sesos”. La compasión de Dios no consulta nuestra lógica cerrada donde caben pocos y se pierden muchos, casi todos, excepto, por supuesto, nosotros mismos. Su misericordia no apela a la democracia, no convoca referéndums, simplemente la da a quien quiere, cuando quiere.
Si Dios ha decidido restituir y bendecir a aquel que no nos tragamos (ni colado), si a perdonado a aquel que a nuestro juicio no merecía otra cosa que el castigo, entonces estamos llamados a celebrar con Él por más que nos cueste. Y entiendo que esto quizás nos tomará tiempo, pero, que bueno que Dios no ha dejado en nuestras manos la administración de su justicia, de ser así, ya hubiéramos hecho hasta “pa´vender”. La hubiéramos dado a cuenta gotas, mientras Él se complace en darla “a chorros”. El apóstol Juan dice de una manera demasiado simple, pero que lo dice todo: “Dios es amor”.

III. CORAZÓN DE ACERO (El hijo que se enoja). V.v. 25 - 32
Es un corazón duro, fuerte, inflexible. En la parábola representa a los fariseos.
Rasgos característicos:
1. Se autojustifica y acusa
v.v. 29 “He aquí tantos años te sirvo…” Que tal este! Echándole en cara la “antigüedad”. Definitivamente “antigüedad” no garantiza “identidad” En asuntos espirituales, solemos creernos de “mejor familia que los demás”. Nos apoyamos en cosas que hacemos, el servicio a Dios que prestamos, para creernos merecedores de sus bendiciones. ¿Qué cosas nos pueden hacer creer que merecemos más que los demás?
-Tiempo de antigüedad en la fe
-Liderazgo
-Servicio en un ministerio
-Dones y talentos
El corazón de acero es además muy flexible para juzgar el pecado propio, pero inflexible para juzgar el pecado del otro, v. 30 “pero cuando vino éste tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras…” A veces nos pasa igual: condenamos a los demás a la menor falta, pero si nos equivocamos entonces queremos que los demás nos comprendan.
Dios nos comprende: Te comprende a ti, pero también comprende al otro. Esa sangre que manchó el madero de rojo carmesí, se derramó por ti, pero también por el otro y eso nos pone a todos en igualdad de condiciones.
2. Es aguafiestas
Al corazón de acero no le gustan las celebraciones, excepto aquellas en las que él mismo es homenajeado. Pero si se trata de fiestas para otros que, según él, no se las merecen, prefiere quedarse afuera y dejar al anfitrión plantado. Aunque el anfitrión le ruegue que entre.
APLICACIÓN: DIETA PARA LOS CORAZONES ENFERMOS
Tanto el corazón pródigo, como el corazón de acero, están enfermos. El pródigo de ingratitud aguda; el de acero, de soberbia crónica.
Para su tratamiento, no es recomendable la automedicación; más bien algunos consejos derivados de La Escritura, pueden sanarlos.
DIETA PARA EL CORAZÓN PRÓDIGO

1. Hacer menos exigencias y más renuncias
2. Cultivar la gratitud
3. Aprovechar bien los dones sirviendo al Reino de Dios
4. Incorporar hábitos permanentes de arrepentimiento genuino
5. Valorar todo el tiempo la mayor herencia que Dios nos ha dado: su presencia en nuestras vidas.

DIETA PARA EL CORAZÓN DE ACERO

1. Cultivar la humildad
2. Renunciar al egoísmo
3. Combatir la envidia y los celos
4. Sonreír con Dios más a menudo
5. Valorar todo el tiempo la mayor herencia que Dios nos ha dado: su presencia en nuestras vidas.




CONCLUSIÓN:

Si el corazón pródigo derrochó bienes y el corazón de acero derrochó envidia; el corazón compasivo derrochó misericordia, y sí que el mundo necesita de ese derroche de justicia de Dios!

Y el SEÑOR le respondió (a Moisés):
“Voy a darte pruebas de mi bondad, y te daré a conocer mi nombre. Y verás que tengo clemencia de quien quiero tenerla, y soy compasivo con quien quiero serlo”. Ex. 33:19
¿Qué tipo de corazón espera el Señor que tengamos? La respuesta es sencilla: Un corazón compasivo que celebra el retorno del pecador arrepentido.

Dios nos bendiga en el intento por lograrlo!

1 comentario:

Unknown dijo...

Amén palabra de gran edificación para mi vida gran enseñanza Dios bendiga su vida su entrada y salida él nombré de Cristo Jesús Gracias