sábado, 4 de octubre de 2008

OFERTA Y DEMANDA (Juan 14: 15-31)

INTRODUCCIÓN

¿Te ha pasado alguna vez que compartes mucho tiempo con una persona, vives experiencias especiales con ella y de un momento a otro, ya no está o sientes que la estás perdiendo? ¿Qué sentimientos quedan flotando en el corazón por su ausencia? Tristeza, sensación de abandono, soledad… Y si esa persona ha significado mucho para ti y has puesto en ella mucha esperanza, es muy posible que sientas miedo de lo que ha de venir ahora que ya no va a estar.


Estos sentimientos de tristeza, abandono y miedo eran los que abrumaban a los discípulos de Jesús cuando se acercaba la hora de su muerte.

Jesús conocía claramente el estado de ánimo de sus amigos y sabía del riesgo que corrían por causa de la tristeza y por eso les anima a que confíen en sus palabras, a que retengan las enseñanzas que han recibido.

A veces a nosotros nos ocurre algo semejante, nos agobia la tristeza por diferentes circunstancias y sentimos como que Dios se ha ido de nuestro lado y entonces somos tentados a quebrantar sus mandamientos. Si en verdad decimos amar a Dios es porque guardamos sus mandamientos, cualquiera que sea nuestra situación, en primavera o en invierno.

Jesús conoce claramente nuestro estado de ánimo y nos alienta hoy a que confiemos a su Palabra y retengamos las enseñanzas que hemos recibido.

Lectura del texto

Antes de empezar con el primer punto del sermón quisiera formularles una pregunta y les pido que si su respuesta es SI, responda con un AMEN, pero si su respuesta es NO, o no estoy seguro, entonces se quede en silencio. Ahí va la pregunta: ¿Ama usted a Dios? Ok, pues bien, hoy veremos lo que nos dice La Biblia acerca de lo que significa “amar a Dios” y los resultados de amarlo, no a nuestra manera, si no a su manera. Reflexionaremos en primer lugar sobre “La Demanda” y en segundo lugar sobre “La Oferta”.

PRINCIPIO (Que orientará nuestra reflexión): “Nuestra obediencia a la Palabra de Dios es la prueba de que le amamos, y si obedecemos su Palabra, Él nos amará y se manifestará a nosotros”.

I. LA DEMANDA v. 15,21a

“Si me amáis, guardad mis mandamientos”.

La obediencia

Jesús nos propone una condición aparentemente simple, pero que sabemos que cuesta mucho. Y nos dice que la evidencia de nuestro amor a él es guardar sus mandamientos. La verdad es que el amor es algo que exige evidencias. Algo especial tiene el amor, no se deja disfrazar sólo de palabras, exige ser vestido con hechos que los demuestren.
La fuerza de los hechos. Las palabras, nuestras palabras, muy bonitas y todo, pero igual, se las lleva el viento. Pero las demostraciones de afecto quedan allí como un recordatorio permanente de que el amor es.
Y Jesús, por supuesto, no se deja (y perdonen la expresión) “calentar el oído”, no se deja enredar con nuestras palabras: “si me amáis, si dices que me amas, demuéstramelo”, ¿cómo? Guardando mis mandamientos.

La obediencia, el cumplimiento de su Palabra es la evidencia “física” de nuestro amor. Bueno, es posible que algún cántico u oración nuestra le despierte al Señor interés y hasta le conmueva; pero si nuestras palabras de amor hacia él, si nuestros cánticos no están respaldados con una vida de integridad, quizás sólo despierten en Él un gran bostezo, sino es que una gran indignación!

La lucha

Ahora bien, ¿qué significa guardar los mandamientos? Porque si nos cogen a quemarropa con la pregunta: ¿obedeces los mandamientos de Dios? Muy probablemente diríamos que no o que no estamos seguros, pues la verdad es que en muchas ocasiones, durante el día, fallamos; pero también es cierto que en muchas ocasiones actuamos conforme a la voluntad de Dios.

Ahora, si hay alguien aquí que se considera perfecto y que nunca falla, entonces creo que está como en la propaganda de la casita roja, en el lugar equivocado.

Guardar los mandamientos no tiene que ver con la perfección en todos nuestros actos, algo que es imposible cumplir, al menos mientras estemos aquí en la tierra.
Tiene que ver más bien con un proceso de mejoramiento continuo en el cual voy superando cosas en el camino que otrora no podía vencer. Pero esa victoria que obtenemos no es gratuita, sabemos que es costosa porque significa la renuncia a nosotros mismos, despojarnos de nuestro ego, a fin de que sea el rostro de Dios el que resplandezca. Significa “luchar”, y esto no es fácil.

El amor

Y para luchar necesitamos tener una motivación, de lo contrario, nos rendimos.
¿Cuál sentimiento creen ustedes que es el más poderoso motor para el cambio en una persona? El amor. Cuando amamos y nos sabemos amados se crea un poderoso ambiente para crecer, un hábitat propicio que desencadena cambios de forma fluida. “Si me amáis…” Nótese que Jesús incluye intencionalmente al “amor” como un sentimiento que debe motivar nuestra obediencia.

No es la fría orden de un empleador a su empleado. Es más bien la cálida instrucción de alguien que nos ama y que quiere lo mejor para nosotros. Y la verdad es que Jesús da en el blanco del asunto. Para obedecer, es preciso primero “amar”, porque amamos aquello que logra conmover nuestro corazón desde lo más profundo. El desafío que Jesús nos hace, pues, es monumental: amar su Palabra, cuestión por demás, compleja, porque con mucha frecuencia ella se opone a nuestros impulsos; y ese conflicto entre lo que quiero hacer v.s. lo que la Palabra espera que haga, sólo lo resuelve el amor. Cuando amamos la Palabra la obedecemos y entonces amamos al maestro.

Ya he dicho que obedecer la Palabra no es fácil, es más, prácticamente sería imposible si no contáramos con la ayuda de Dios. Esto nos introduce al segundo momento de este sermón:

II. LA OFERTA v. 16,17, 21, 23, 26

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. V. 16-17

La promesa del Espíritu

La oferta de Dios para permanecer en su amor es EL ESPÍRITU SANTO, sin su ayuda, sin su respaldo no sería posible la obediencia. Y se da aquí una especie de relación recíproca: a mayor obediencia, mayor presencia del Espíritu y viceversa.

Los discípulos, como decía al principio, estaban llenos de tristeza y miedo, su maestro, su fuente de confianza y seguridad pronto se les perdería del panorama y ellos quedarían confundidos. Y en medio de este paisaje sombrío Jesús les prometía que no iban a quedarse solos sino que enviaría un Consolador para que estuviese con ellos para siempre.

“Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”. v. 19

En sus palabras Jesús nos dice que los discípulos podemos llegar a verle “aunque su presencia física no esté entre nosotros”. Y este avistamiento de su presencia del que habla no es físico sino espiritual. No alude a verle con nuestros ojos externos, sino con nuestros ojos internos.

Hablo precisamente del corazón. Entonces cuando ponemos su Palabra por obra, cuando le obedecemos, podemos ver que está actuando en nuestra vida, nuestro corazón puede sentir su presencia: su respaldo, su fortaleza y también su complacencia en nosotros.
De igual forma, cuando hemos actuado mal, cuando hemos menospreciado sus mandamientos, entonces sentimos el vacío de su presencia, como que ya no está, como que ha decidido "esconder su rostro de nosotros”.

Si la obediencia es la evidencia de nuestro amor a Dios, el Espíritu Santo es la evidencia de su amor en nosotros (Bis).

“El que tiene mis mandamiento, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y lo amará, y me manifestaré al él”.

Vivimos en un mundo que niega la existencia de Dios simplemente porque no lo ve. Y este anuncio que hace Jesús de que sus discípulos le verían en tanto obedecieran su Palabra era algo que ellos simplemente no podían entender. Por eso Judas, y Juan aclara que no era el Iscariote, le preguntaba: pero Señor, cómo es eso de que te manifestarás a nosotros y no al mundo? Explícalo porque no cabe en mi mente. ¿Cuál será la evidencia de que estás presente en nosotros? Esto era algo que ellos no entendían en ese momento, pero que lo entenderían después:

“En aquel día, vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mi, y yo en vosotros”. V. 20

Hay cosas que tampoco hoy entendemos, pero que vendremos a entender después. A veces queremos tener el mapa completo de lo que ha de venir y eso hace que nos llenemos de impaciencia y ésta es un arma que usa Satanás en contra de nuestra fe.

Nuestra mente es limitada y no sabemos por qué a veces ocurren cosas en nuestra vida que parecen no tener sentido, y en las cuales parece que Dios se ha perdido del panorama.
Pero es cierto, Dios no nos ha traído a morar en medio de tinieblas, a descubrir el mundo como a tientas, a ciegas. El hecho de que tengamos limitaciones para comprender algunas cosas no lo hace a Él injusto porque entre otras cosas, nos ha dicho que Él es la luz y que tenemos aquí, en la Biblia, la palabra profética más segura (2 P. 1:19).

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”, dice el salmista.

Entonces lo que Dios ha trazado para nosotros es más bien un plan precioso que espera que vayamos descubriendo poco a poco. Y plan no es plan si no tiene sus reveses. Mi abuela Rosa, que en paz descansa, solía decir: “todo hace parte de la aventura”.

Lo que pasa es que a la mayoría de nosotros no nos gusta esa parte, pero esas contrariedades que pasamos hacen parte de la vida y ninguna de ellas, óigase bien, ninguna de ellas, es tan fuerte como para destruir el plan supremo de Dios para cada uno de nosotros.


Entonces tenemos la Palabra para amarla y obedecerla, pero también nos ha dado al Espíritu Santo: “El que me ama, mi Palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” v. 23. Imagínese qué visitita la que nos llega: la corte celestial en pleno! Todo su poder de nuestro lado y con un propósito claro: para que Él sea glorificado en nosotros. Y cuando esto ocurre, cuando Dios se glorifica en nosotros, entonces nuestra vida es promovida, catapultada a una dimensión de sentido exponencial, de gran estima.

Las obras del Espíritu

Así pues, la oferta de Dios es el Espíritu Santo morando en nosotros, el cual hará tres cosas concretas:

1. Enseñarnos todas las cosas
2. Recordarnos todo lo que Jesús ha dicho
3. Darnos paz

Enseñanza, recorderis y paz. Un alumno no aprende si no va a la escuela, un discípulo no aprende si no comparte con su maestro.

¿Cuánto tiempo estás invirtiendo en relacionarte con el Espíritu? ¿Qué dirán de ti en el cielo cuando llegas a clase con tu maestro, allí en la intimidad de tu alcoba? Llegó el torero, que solo viene por temporadas, o llegó este que es más cumplido que novio feo. Hmmm, en este caso, es mejor novio feito que torero bonito.

ILUSTRACIÓN: LA CONTRASEÑA

La contraseña es una clave secreta que permite el acceso a algo, a alguien o un grupo de personas antes inaccesible. Las contraseñas son como llaves que abren puertas. Actualmente exigen contraseñas para realizar algunas operaciones bancarias. Por ejemplo cuando voy a hacer una transacción en un cajero electrónico, éste me pide el número de clave o contraseña para poder obtener el servicio; lo mismo ocurre con los correos electrónicos, antes de entrar a mi bandeja de entrada es necesario digitar la contraseña.

Esto puede aplicarse también en nuestra relación con Dios: para acceder a las bendiciones que Él tiene para nosotros sus discípulos, debemos presentar la contraseña y ¿cuál es? Guardar sus mandamientos.

APLICACIÓN

A veces hay situaciones en nuestras vidas en las que parece que prevaleciera el mal. Nubes negras se ciernen sobre nosotros y oscurecen los días. Hay frío, angustia, desánimo. Buscamos a Dios y es como si no estuviera allí, como que nos ha dejado solos, y debemos capotear la adversidad desprovistos de su ayuda. El verdadero amor se mide en la fidelidad en medio de la distancia. En ocasiones la ausencia de Dios es una prueba a nuestra entrega para revelarnos cuál es el nivel de amor que decimos tenerle.
Otras veces nuestros pecados hacen que Él esconda de nosotros su rostro porque con ellos le decimos: no valoro tus mandamientos ni tu presencia en mi vida.
Y Él dice: Ok, si no tengo cabida en tu corazón, me voy, no voy a estar donde no soy bienvenido; porque eso sí tiene Dios, que no le gusta vivir de “arrimado” en nuestro corazón. Y a veces ése es el lugar que le damos.

Dios no nos pide cosas imposibles de cumplir. Si no obedecemos es más bien porque nos falta tenacidad para persistir. Perdónenme la expresión tan paisa, pero nos falta “verraquera”. La mayoría de las veces luchamos con alguna debilidad y pronto desistimos: “No, yo no puedo con esto!” Claro que podemos! Vencemos cuando el poder de Dios está de nuestro lado. Que las cosas no andan como quisieras, lucha, persevera!

“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. Josué 1:9.

CONCLUSIÓN:

Que en este mes del amor y la amistad y en todos los meses, la mejor demostración de amor que damos a Dios sea nuestra obediencia, para así obtener todo el poder de Su Espíritu y vencer las circunstancias que nos agobian. Bendiciones!

2 comentarios:

Nora dijo...

Que Dios bendiga su palabra explicada tan hermosa y entendible. Y le siga usando para gloria de Dios..

Unknown dijo...

Muy linda le enseñanza y muy clara pido oración para que mi vida espiritual sea restaurada pues mi anhelo más grande es volver a mi primer amor con Dios.... Solo Dios sabe la falta tan impresionante que me hace bendiciones