INTRODUCCIÓN
Una de los pecados que con mayor facilidad podemos llegar a cometer es la hipocresía. Ésta suele pasearse muy campante por las iglesias y es una de las causas por las cuales muchos se decepcionan del evangelio porque no ven en aquel que se dice ser cristiano un testimonio consecuente entre lo que predica y lo que vive.
Hace mucho tiempo le preguntaba al Señor: Padre ¿por qué permites que haya entre tu pueblo personas que dicen ser cristianas, pero su testimonio de vida muestra que en realidad no lo son? ¿Por qué parece que te hicieras el de la vista gorda y permites que sigan allí, en tu iglesia, murmurando y dividiendo? ¡Porqué no obras tu justicia y los sacas de tu iglesia para que no sigan haciendo mal!
Y el Señor luego me llevó a encontrarme con este hermoso texto sobre el cual meditaremos hoy en donde nos recuerda que Él si conoce la necedad del hipócrita y que de ninguna manera pasa por alto su pecado. Y nos recuerda también que conoce al discípulo auténtico, al que le busca en lo secreto y que a este lo premia, lo recompensa con la certeza de Su presencia, con su pleno respaldo.
Creo que es pertinente entonces hacer notar de entrada una diferencia entre aquel que se dice ser cristiano y aquel que es discípulo de Cristo. Porque una cosa es decirse “cristiano”, pero otra muy diferente es ser discípulo de Cristo. El discípulo es aquel que obedece a su maestro, no sólo el que lo escucha. Es aquel que responde a la enseñanza de su maestro. Debemos recordar que no por el sólo hecho de ser presbiterianos somos discípulos de Cristo. La pertenencia a una denominación no nos hace cristianos, lo que nos hace cristianos es encarnar a Cristo. Hoy veremos cómo Dios recompensa al cristiano auténtico, es decir, al discípulo; y cómo deja sin recompensa al hipócrita que dice ser cristiano.
Tesis: Si la justicia del cristiano es genuina, sin apariencias, Dios lo recompensará.
Lectura del texto: Mateo 6: 1-6, 16-18.
En este pasaje aparece también la oración modelo, es decir, el Padre Nuestro, sin embargo, no vamos hoy a reflexionar sobre este texto. Nos detendremos a observar la forma como Cristo espera que ejerzamos la justicia de Dios y veremos el tipo de recompensa que nos promete cuando nuestra justicia es conforme a su voluntad.
Como parte de esta introducción, quisiera sentar una premisa a partir de la cual quiero iniciar esta reflexión de hoy.
PREMISA: La justicia integral de Dios
V1. “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos” .
V2. “cuando, pues, des limosna...”
Me llama la atención que Jesús entiende aquí la justicia de manera “integral”: “Pero tu, cuando des limosna…” El da por sentado que sus discípulos darán limosna, serán generosos con el necesitado.
Creo que resaltar esto es importante porque en nuestro contexto de iglesia hemos tenido tendencia a entender nuestra justicia más en términos de la piedad (relación directa con Dios), que de la bondad (relación con los otros). Creo que la dificultad para llenar la canasta del amor a veces es una muestra de esa tendencia, de esa indolencia nuestra frente al hermano que requiere de sustento. Pero la Palabra nos confronta a vivir una “justicia integral”.
Justicia no es sólo congregarse, adorar, orar, meditar la palabra; justicia para Él es también llevarle comida al hambriento, ropa al que está en harapos, esperanza al preso, no sólo de la cárcel, sino al que está cautivo de cualquier vicio que lo oprime: la droga, la angustia, el desánimo.
Y creo hermanos que estamos llamados a recorrer un largo camino en este sentido. La justicia de Dios no se conforma sólo al cultivo de la espiritualidad sino también de la generosidad.
I. La advertencia
1. Guardaos de la hipocresía
v. 1 “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos...”
Este guardaos entonces es un consejo que nos invita a cuidarnos, pero no de cualquier manera sino atentamente de asumir una conducta hipócrita.
Este guardaos sería en nuestro medio algo así como: ¡Mucho ojo con¡
En ese orden de ideas, este “guardaos” no es “mire a ver si lo toma en cuenta”. Este “guardaos” de Jesús busca despertar en nosotros una voluntad férrea de estar atentos, mirar con cuidado, esmerarnos por no conducir nuestra vida como lo hacen, en este caso, los hipócritas.
2. Dios recompensa al genuino
Tesis: Si la justicia del cristiano es genuina, sin apariencias, Dios lo recompensará.
El Señor es un Dios de recompensas. Dios da al necesitado, pero también “recompensa” al ayudador.
Los griegos exaltaron el conocimiento y esta cultura de hoy exalta el dinero. La recompensa la entiende en relación directa con el signo pesos, pero la visión bíblica de recompensa dista de esta perspectiva. Esto lo veremos más adelante.
II. La justicia del hipócrita. Característica:
1. Es aparente porque busca la alabanza de hombres (motivación equivocada)
v.2a “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser alabados por los hombres...”
v. 5ª “Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres...”
v. 16ª “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan...”
Hipócrita:
El que pretende o finge ser lo que no es. Significa actor o protagonista en el teatro. Los actores solían ponerse diferentes máscaras conforme al papel que desempeñaban. De ahí que “hipócrita” llegara a designar a la persona que oculta la realidad tras una “máscara” de apariencias.
El cine, el teatro y la mímica son expresiones de arte y tienen su lugar. Su propósito es recrear situaciones y expresar ideas; a los hombres nos encanta el arte dramático, y a veces en las iglesias abundan los “actores” y óiganme, con un talento natural…
Si bien creo que al Señor, por su carácter profundamente creativo y estético le encanta el cine y el teatro, también creo que no le gustan para nada las malas obras de teatro, las malas películas y mucho menos los “malos actores” que representan sus papeles en la iglesia. Hmmm, aunque a nosotros nos parezcan tan buenos, tan dignos del oscar.
El problema con el hipócrita es que quiere ser “alabado”, entonces inherente a la hipocresía se halla la soberbia. El hipócrita presume robarle el reconocimiento a Dios, algo así como: “que no te reconozcan a ti, que me reconozcan a mi”. Subyace entonces a la hipocresía un problema de “orgullo”, el mismo que condenó a Satanás, quien quería hacerse como Dios y ser alabado, y por ello fue expulsado del cielo. Y este espíritu soberbio e hipócrita sigue buscando alabanza y reconocimiento para sí mismo a fin de que la alabanza no llegue a Dios, el cual debe ser el blanco de toda alabanza.
Consecuencia: No es recompensada por Dios
v. 2b (limosna) “...de cierto os digo que ya tienen su recompensa”
v. 5b (oración) “...de cierto os digo que ya tienen su recompensa”
v. 16b (ayuno) “...de cierto os digo que ya tienen su recompensa”.
Nos dice el reverendo inglés Jhon Stott en su libro contracultura cristiana, que el verbo que se traduce como “tienen” era en esa época un término técnico que se usaba para las transacciones comerciales; quería decir “recibir una suma total y entregar un recibo por ella”. Así pues los hipócritas que buscan el aplauso lo conseguirán, pero entonces “aparte de eso, no tendrán otra recompensa”. Nada más se les debe, nada excepto el juicio en el día postrero”.
¿De dónde viene la recompensa?
El padre ve y oye en lo secreto y como lo hace “recompensa” o “premia”. Pero en lo público, cuando las obras de justicia están motivadas por ser visto por los hombres, allí cierra Dios sus ojos y sus oídos, y como no ve, ni escucha, entonces no entrega su recompensa. Ahí él deja que el premio al hipócrita se lo den los hombres. Entonces hace como “delegado de rifas, juegos y espectáculos” y permite que el hipócrita salga premiado. Es una fina pero cruda ironía de Dios.
Para el hipócrita el premio viene de sí mismo (fina ironía divina). Para el prudente (piadoso) el premio proviene de Dios.
¿Quién queremos que nos vea?
El hipócrita quiere hacer su mejor actuación frente a los hombres. Su escenario es el mundo: la iglesia, el barrio... Hace gala de su inventario de gestos. Antes que actor parece más bien un “payaso” y lo peor es que Dios mismo no se divierte mucho que digamos con él.
Fíjense en esto: en nuestro contexto cuando alguien ha obtenido un premio, por ejemplo en una rifa, asumimos que como ya fue premiado no tiene derecho a participar en la próxima rifa. Así es, ya ganó, ya quédate ahí con tu premio. Algo así sucede con la religiosidad. El hipócrita hace la rifa para sí mismo y como conoce el número secreto, entonces se gana el premio. Su premio es la autosatisfacción: ya he sido reconocido como “piadoso” por los demás. Ahí está su recompensa. Y como ya tiene su premio, entonces Dios no le dará premio. Por eso Jesús dice con tanta autoridad: “De cierto os digo que ya tienen su recompensa” (v.2b).
Qué ironía la del Señor. Una ironía fina, pero también terrible, cruda. Pero eso sí, una ironía sin sombra de injusticia. El Señor da a cada cual lo que le corresponde.
III. La justicia del discípulo. Característica:
Tesis: Si la justicia del cristiano es genuina, sin apariencias, Dios lo recompensará.
1. La justicia del discípulo es auténtica porque busca la complacencia de Dios (Motivación correcta)
v. 3-4 “Pero cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto...”
v. 6ª “Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padres ques está en secreto...”
v. 17- 18ª “Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padres que está en secreto...”
La limosna del discípulo:
Se caracteriza por la prudencia. Que no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, “es algo así como no se lo cuentes ni a tu amigo más íntimo”. Nos dice el autor Mathew Henry que no es que esté mal dar limosna donde la gente pueda vernos; podemos y debemos hacerlo así. Lo que el Señor reprende es hacerlo para que nos vean.
La oración del discípulo
“…pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto…”
Esto nos sugiere la búsqueda de lugares solitarios, retirados que favorezcan la intimidad con Dios. Me gusta mucho la versión del Nuevo Testamento Interlineal que nos dice: “cuando ores, entra en el aposento interior de ti, y cerrada la puerta con llave, ora a tu Padre”. Esto de entrar en el aposento interior de ti, nos habla de aislar nuestra mente y corazón de todo pensamiento que pueda interferir mi encuentro íntimo con Dios en la oración. Y esa debe ser nuestra motivación, encontrarnos únicamente con él en el secreto de nuestra propia interioridad.
El problema entonces no es orar en público o en las calles porque aún estando a solas puedo estar acompañado por otros. El problema, hermanos, no está en orar en público (Jesús lo hizo en varias ocasiones), sino en “orar al público”, clamar para ser admirado por los hombres.
El ayuno del discípulo
En contraste con el hipócrita, el discípulo no se preocupa por mostrar a los hombres que ayuna. En vez de perder tiempo creando y practicando nuevos gestos y papeles, va y se organiza, se pone bien titino para que sea Dios mismo quien lo ve. Mientras que el escenario del hipócrita es el mundo, el escenario del discípulo, del discípulo de Cristo es el trono. Y esa representación si le gusta a Dios porque Él mismo es el autor del libreto. La obra del verdadero discípulo revela el carácter de Dios.
¿Quién queremos que nos vea? ¿De quién esperamos la complacencia? Buscamos las palmas y el júbilo de los hombres o la complacencia de Dios.
La Escritura hoy nos deja una agenda de trabajo clara y ardua. Sin duda requiere de mucho esfuerzo de nuestra parte. Requiere humillarnos ante Dios. Pero vale la pena porque obtendremos la mejor recompensa: la exaltación de Dios.
2. La justicia del discípulo es recompensada por Dios
Tesis: Si la justicia del cristiano es genuina, sin apariencias, Dios lo recompensará.
v. 4b “...y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensara (en público)
v. 6b. “...y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”
v. 18b “...y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”
Una de las verdades fuertes en el pasaje es que Dios “recompensa”. Hoy es fundamental reconocer la perspectiva bíblica de la “recompensa”, la cual, está más enfocada hacia “tesoros en el cielo”, que riquezas en la tierra. Son muchas las recompensas que nos otorga el Señor por su gracia, pero mencionaré sólo dos de ellas.
La palabra recompensa en el griego es Misthos y además de recompensa, quiere decir también “merced”. Leeríamos entonces en el v. 1: “No tendréis merced de vuestro Padre”. Y la palabra merced significa dádiva o beneficio gratuito y hermanos, de qué atributo de Dios nos habla el “beneficio gratuito”?
• Primera recompensa: Su gracia
Hoy nos promete paz que sobrepasa todo entendimiento, libertad de nuestras propias cadenas, esos impulsos internos que nos esclavizan; fortalecernos sobre nuestras fragilidades.
Cómo nos encanta la gracia del Señor! Cuando nos cubre con su gracia entonces somos perdonados, consolados, animados a no perder la fe, gozosos y aunque las cosas a veces no marchen bien y sintamos que nos estamos hundiendo en el fango, porque la gracia de Dios podemos confiar en que él, en su tiempo oportuno extenderá su mano para sacarnos de la arena movediza que nos devora.
El problema es que la teología de la prosperidad vende la idea de que Dios nos conquista con riquezas materiales y aún peor, que nosotros debemos conquistarlo a Él primero con ofrendas, con siembras. Dios no ha anhelado tanto nuestras ofrendas como si nuestro corazón y sus bendiciones para nosotros no son exclusivamente las riquezas materiales como si la vida eterna, esto es su presencia permanente.
• Segunda recompensa: Su Cortesía
Algo que me parece especial es que cuando oramos como a Dios le agrada, Él no sólo oye sino que también nos ve (en lo secreto). Entonces resulta que nos escucha también con sus ojos. Él está completamente atento a nuestra oración.
Una de las cosas más desagradables que hay es que cuando uno le habla a alguien, esta persona no tenga con uno un contacto visual. Que cortés el Señor.
Él Señor nos atiende cortésmente y quiere hacernos entender que Su presencia en sí misma es ya una recompensa para nosotros. Por eso hay gozo en nuestro corazón cuando cantamos: “cuando pienso en tu santidad, y descanso en tu gran amor, cuando las sombras y dolor se van por tu majestad. Cuando siento tu presencia, oh rey, y tu amor invade el corazón. Te adoro a ti, te adoro a ti”.
Estas son sólo algunas de las recompensas a las que renuncia el hipócrita. Las cambia por la alabanza de los hombres. El hipócrita es una pésimo negociante que aunque cree que gana, siempre, óiganme bien, siempre sale perdiendo. Por quedarse con las sobras se pierde el postre completo, aunque quizás ni sobras le tocan.
“No os engañéis, Dios no puede ser burlado”.
Esas son las recompensas tras las cuales debemos ir, esas son las benditas ganancias que deben movilizar nuestro corazón: el poder ser mansos, que cuando Él nos mire se desprenda una sonrisa de su rostro porque siente que halla en nosotros integridad.
ILUSTRACIÓN: “El trigo y la cizaña”.
El trigo desde tiempos antiguos se ha tenido en estima como una buena planta de la cual alimentarse. Pero resulta que muy parecida al trigo existe otra planta: la cizaña. Él tamaño y aspecto del grano de la cizaña son muy similares a los del grano de trigo y de ahí que con frecuencia se siembren juntos accidentalmente. Pero debido a un hongo que crece dentro de la semilla de la cizaña, la harina de trigo que contiene es amarga y venenosa. La cizaña resulta siendo uno de los hierbajos más perjudiciales.
Hermanos, si no somos parte con Cristo, entonces Dios no nos ve como a trigo de su cultivo sino como a cizaña. Lo tenaz es que él deja que la cizaña crezca juntamente con el trigo, pero al final aquella será cortada y echada en el fuego.
El que tiene oídos para oír, oiga.
APLICACIÓN
1. Una reflexión acerca de ¿Cómo podemos estar actuando con hipocresía hoy?
• Cuando hacemos bulla al dar limosna, orar y ayunar. También cuando estas prácticas ni siquiera hacen parte de nuestra vida de fe.
• Cuando cumplimos ciertos ritos como venir a la iglesia, colocar la emisora cristiana y escuchar todos los sermones del pastor David Ormachea o del pastor David Jeremiah y quebrantarnos hasta el llanto por el culto tan lindo... pero la vida personal y familiar sigue igual: vacío, amargura, irritabilidad, descontento.
2. Espacios que ofrece la iglesia para el ejercicio de la justicia
El Ministerio de Acción Social y Funpras (Fundación Presbiteriana de Amor y Servicio) se encargan de recibir y administrar los recursos que, en especie y en dinero, se aportan para responder a las necesidades de las personas más necesitadas de nuestra iglesia y para desarrollar otros proyectos de carácter social como el comedor infantil.
A su vez, el Ministerio de Oración promueve el ejercicio de la oración y el ayuno. Si usted está interesado en hacer donaciones o aportar sus talentos en estos Ministerios comuníquese con los hermanos encargados de dirigirlos.
CONCLUSIÓN
“Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.
miércoles, 8 de octubre de 2008
LA JUSTICIA QUE DIOS RECOMPENSA. Mateo 6: 1-6, 16-18.
Publicado por
Alexander Wchima
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16:01
Etiquetas: ayuno, Fe auténtica v.s. Religiosidad, justicia de Dios, limosna, Oración
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3 comentarios:
Hola, este en verdad es un problema que a diario afrontan las iglesias y que nos sirve para cada día ser mejores cristianos, muchas gracias por el aporte.
Gracias por tu comentario Johana. Me gustaría saber cómo diste con el blog y de donde eres. Bendiciones!
Bendiciones, pues este blog lo encontré por google buscando algunso temas que quería comprender y soy del Valle del Cauca... bye
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