REFLEXIÓN A PARTIR DE LA EPÍSTOLA
DE SAN PABLO A TITO
INTRODUCCIÓN
El ser humano tiene la tendencia a mezclar en sus vivencias de fe lo santo y lo profano. Con gran facilidad adapta las verdades eternas a sus propios intereses tergiversando así el sentido original de las magnas verdades inspiradas por Dios.
Tradiciones y costumbres, mezcladas con escasos hábitos genuinos de adoración dan como resultado la consolidación de una vivencia religiosa maquillada con un fino barniz de “espiritualidad”. Con esta debilidad humana ha debido luchar el Creador a lo largo de la historia.
En el Antiguo Testamento el profeta Isaías condena la religiosidad del pueblo de su época y denuncia públicamente tal conducta:
“Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí.
Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos
de hombres”. Isaías
CONTEXTO
Cuando el apóstol Pablo escribe a su discípulo Tito, una situación semejante se estaba presentando en la Isla de Creta. Los nuevos creyentes -nacidos además en una cultura gentil desconectada de los fundamentos morales y éticos del judaísmo-, promovían un estilo de vida licencioso y fuertemente impulsado por los valores propios de su cultura, en la cual se distinguía especialmente el carácter explosivo.
Por ello cita el apóstol trayendo a colación uno de sus propios profetas: “Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos” (Tito 1: 12). La belicosidad parecía ser también una característica del pueblo cretense:
“Recuérdales… que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres” Tit. 3:2.
Por supuesto el evangelio con sus altas demandas de carácter ético se antojaba como contracultura en el contexto helénico que dominaba a la isla. Los cretenses debían dar testimonio de vida abrazando los valores del evangelio de Cristo: la humildad, la mansedumbre, la misericordia, para revelar el carácter de Dios.
El llamado que hace el apóstol a cultivar un estilo de vida ejemplar, surge además por una situación particular que se estaba dando dentro de las iglesias en Creta: la promoción de costumbres judaicas estimuladas por grupos de judaizantes como los Ebionitas. Estos judíos conversos al cristianismo no dejaron su apego al seguimiento riguroso de ciertas costumbres mosaicas como: la circuncisión, el día de reposo (sábado), restricciones de carácter alimenticio, entre otras; y sugirieron que los nuevos creyentes gentiles debían cumplir con ciertos ritos para asegurar su pertenencia al pueblo del Pacto.
A la larga, como lo denunciaría Pablo en la Epístola a Tito y en la Primera Epístola a Timoteo, este afán de sujetar a los hombres con el cumplimiento de costumbres y leyes judías se constituía en una carga para el nuevo creyente, carga que ni siquiera los judaizantes estaban dispuestos a llevar. Esto, por supuesto los convertía en “tercos, habladores de vanidades y engañadores” (Tit. 1: 10).
La propuesta del apóstol Pablo para contrarrestar estas doctrinas heréticas que estaban amenazando a la iglesia en Creta, sería la vivencia de una fe genuina “mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tit. 2: 10).
Tito debía exhortar a los cretenses sobre la necesidad de vivir un evangelio respaldado por una conducta ejemplar para así “tapar la boca” (Tit. 1: 11) a los judaizantes.
APLICACIÓN
Hoy en día sigue pululando en medio de la iglesia del Señor el virus pernicioso del “fariseísmo”; la vivencia de una espiritualidad centrada en frías costumbres más que en convicciones, una religión de apariencia más que de autenticidad.
El énfasis por cumplir ciertos ritos religiosos ha cambiado y estos han terminado vistiéndose de cada cultura en particular. Me explico: hoy en día para nosotros es anacrónico el cumplimiento de la circuncisión como señal de pertenencia al pueblo de Dios; no obstante se demandan algunos usos y costumbres asociados fundamentalmente con la forma más que con el fondo. Entre otros tenemos por ejemplo:
• La forma de vestir del cristiano
• El tipo de música que debe escuchar
• Los espacios sociales en los que puede estar
• La negación sistemática de costumbres de otras religiones (en especial La Católica). Por ejemplo se cumple fácilmente con la costumbre de no encender velas ni el 7 ni el 8 de diciembre, pero no se cumple con igual solicitud, la demanda del perdón y el arrepentimiento
• El liderazgo femenino en la iglesia
• La predicación por parte de laicos
Afanados por el cumplimiento de normas asociadas con la forma de la vivencia cristiana, el pueblo evangélico actual, en muchos casos, ha terminado opacando lo fundamental del evangelio: la misericordia y la verdad.
En el Antiguo Testamento Dios denunciaba a través del profeta Oseas lo siguiente:
“Misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Os. 6:6).
De ninguna manera estoy sugiriendo que debe verse a la tradición como algo nocivo en sí mismo, pues cada generación se nutre del legado de fe que sus antepasados han dejado. Hay tesoros que la tradición eclesial nos ha legado.
Sin embargo, hacen carrera en nuestras congregaciones algunas formas de pensar y actuar (tradiciones nefastas) que a la postre no tienen sustento bíblico y que responden más bien a prejuicios de tipo cultural que no consultan además el espíritu de las Sagradas Escrituras, verbigracia la continua censura que se hace sobre el papel del liderazgo femenino en la iglesia así como la perenne condenación a las conductas y formas de vestir de los jóvenes.
El llamado que hace el apóstol Pablo al pueblo cretense sigue teniendo vigencia para el pueblo cristiano en la actualidad. Como pueblo de Dios somos llamados a la verdadera santidad, a una vivencia de fe genuina que refleje el carácter íntegro y verdadero del Dios que se nos ha revelado. Más que costumbres vacías, convicciones sólidas.
Debemos leer nuestros tiempos, reconocer las señales de nuestra cultura y tradiciones para confrontarlas con lo esencial del evangelio. Como lo dijera Pablo en su epístola a los Romanos:
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” Rom. 12: 2.
sábado, 12 de enero de 2008
UN LLAMADO A LA VERDADERA SANTIDAD
Publicado por
Alexander Wchima
en
22:54
Etiquetas: Fe verdadera, Religiosidad
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