INTRODUCCIÓN
Hace algunos años pasé por un período de aridez espiritual. Me daba pereza leer la Palabra, no me provocaba meditarla, era escasa esa sensación de paz y de bienestar que produce el Espíritu de Dios en el corazón y por supuesto, una de las cosas que menos hacía era compartir tiempo a solas con Dios: No oraba o lo hacía muy poco. Podría decir que prácticamente casi perdí mi vida devocional. A pesar de esto asistía a la iglesia, más por costumbre que por deseo.
Quizás alguno de ustedes también haya experimentado algo parecido. Y definitivamente he aprendido que uno de los recursos más poderosos con que contamos para vencer la aridez espiritual o para mantener bonanza espiritual, es LA ORACIÓN; por ello es que Satanás la ataca tanto.
Hoy meditaremos en un texto que nos ilustra el modelo de oración que Jesús propone a sus discípulos; el cual, nos garantiza la atención de nuestro Padre Celestial, y si es su voluntad, su respuesta ya sea que atravesemos tiempos de aridez o de bonanza espiritual.
Lectura de Texto: Mateo 6: 1, 5-13
CONTEXTO
Este pasaje se encuentra en el conocido “Sermón del Monte”, registrado por Mateo. Aquí Jesús ha tomado la decisión de apartarse a un monte con sus discípulos después de haber recorrido toda Galilea enseñando, predicando y sanando.
Aquí Jesús denuncia la hipocresía religiosa de los escribas y fariseos de su época y pone al descubierto la incorrecta manera en que vivían su religión los gentiles o paganos.
La idea que me propongo desarrollar hoy es la siguiente:
Aforismo: “Dios recompensa al discípulo que ora con sinceridad y compromiso”
Esta idea nos lleva a formularnos 3 preguntas que se constituyen asimismo en los 3 puntos de este mensaje.
I. ¿QUÉ IMPLICA ORAR CON SINCERIDAD?
II. ¿QUÉ IMPLICA ORAR CON COMPROMISO?
III. ¿QUÉ CONSECUENCIAS TRAE ORAR
Para dar respuesta a la primera pregunta me apoyaré en los v.v. 5-6
I. ¿QUÉ IMPLICA ORAR CON SINCERIDAD?
• Regularidad en la oración v. 5
Jesús no dice: “Si oras…” La oración es una de las prácticas inherentes a la relación con Dios. No es posible concebir una vida cristiana sin oración. La frecuencia de la oración si está relacionada con la calidad de mi relación con Dios. O pensemos por un momento en alguien que le dice a su ser amado que lo ama pero no le dedica tiempo. No es esta una expresión de amor sincera.
El escritor Bill Hybels dice: “Las personas que no oran se desconectan del poder de Dios, y el resultado más frecuente es esa conocida sensación de estar abrumados, aplastados, golpeados, acosados, vencidos”.
Pero además de la regularidad en la oración, Jesús nos habla de
• La intimidad v. 5-6 (leerlos)
Imagínate la escena del hipócrita. Jesús es muy vívido en pintarla: el hipócrita se ubica en lugares públicos asegurándose de que lo vean y escuchen. Se coloca la máscara de la devoción y empieza con su retahíla despampanante. Ahhh!!! Que impresión ha causado, dejó a todos conmovidos, excepto a Dios. ¡Qué cruda y fina ironía! Ya obtuvo su recompensa.
“…no seas como… esta es una alusión directa a nosotros. NI siquiera empieza el Señor diciéndonos: ora de tal manera, no! Empieza más bien advirtiéndonos: “¡No lo hagas así! ¿Será porque conoce nuestra tendencia a buscar la admiración de los demás? Porque cómo nos encanta descrestar con nuestra elocuencia y devoción!
“...pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto...”
Es extraño… Dios se complace en lo pequeño. Él no hace bulla, aunque provoca escándalo.
Por ejemplo, Él riega en el mundo su semilla, su Palabra, tan chiquita, tan vulnerable, tan sencilla, pero que posee un poder inmenso para transformar la historia de todo aquel que la reciba en su corazón.
También hay gran poder en algo tan sencillo como la oración !
La oración es un tesoro que Dios nos ha concedido para que aprovechemos. Es un tesoro porque las riquezas del reino de los cielos no son materiales, como tanto promociona hoy la teología de la prosperidad. No, las riquezas de Dios son de un orden mayor porque pertenecen al cielo, a la mismísima dimensión en donde habita el Todopoderoso.
La oración, hermanos, encarna un misterio del reino de los cielos: “Dios se revela en el secreto”. Él otorga poder a aquel que lo busca y lo obedece en el secreto. Dios no respalda la oración que se hace altiva en público para impresionar. Ahora bien, ¿significará esto que no debemos orar en público? De ninguna manera; más bien debemos estar atentos a revisar los móviles que animan nuestra oración pública: el aplauso de los hombres o la complacencia de Dios.
Aforismo: “Dios recompensa al discípulo que ora con sinceridad y compromiso”
Esta actitud de reverencia con el Padre facilita que podamos centrarnos especialmente en Él y menos en nosotros, lo que nos lleva al segundo punto de este sermón:
II. ¿QUÉ IMPLICA ORAR CON COMPROMISO?
Implica elevar un:
• Clamor Reflexivo v. 7-8 (Lectura)
Si en la primera parte Jesús colocó al hipócrita como un modelo que el discípulo no debe imitar, en esta segunda parte Jesús introduce otro modelo erróneo de oración; estoy hablando de la oración del “gentil” o pagano, es decir, de aquel “que no conoce a Dios”.
Cuando el gentil ora busca sólo el beneficio personal. Toma a Dios como “Casa de Beneficencia”, su oración no es profunda porque no se conecta con los intereses de Dios. Es un rezo: superficial, irreflexivo. Y aunque se nos venga a la mente algunas personas de otras religiones, creo que también nosotros caemos en la trampa del rezo mecánico, sin contenido.
Pero Jesús insta a sus discípulos para que al orar nos comprometamos de forma integral, con emociones y mente.
Esta actitud reflexiva al orar hace que la oración trascienda y el clamor se haga una vivencia. Orar con compromiso implica también:
• Clamor Encarnado v.v. 9-14
Antes nos habló Jesús de la forma en que debíamos orar (sin hipocresía y en la intimidad), ahora nos habla del contenido de la oración (reflexiva y encarnada).
Pero, ¿Cómo es eso de que nuestra oración además de comprometer nuestra mente y emociones, debe encarnarse? Veamos algunos ejemplos:
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”
El discípulo que clama “santificado sea tu nombre” es responsable de santificarlo, no solamente clamando, sino también viviendo en santidad, porque Aquel que lo llamó a ser discípulo también le dijo: “Sed, pues, santo, como yo soy Santo”. Otro ejemplo de oración con compromiso:
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra:
Venga tu reino sí que es un clamor que nos desafía porque a quiénes a escogido Dios para que encarnen los principios de su reino aquí en la tierra. ¿A sus ángeles? Es a nosotros a quienes Dios ha encomendado la tarea preciosa de vivir sus principios para que su reino se manifieste al mundo a través de nosotros.
El pan nuestro de cada día dánoslo hoy
La súplica por la provisión del pan de cada día señala una solicitud legítima de dependencia en el orden material, en el diario vivir: no solo el alimento, también la vivienda, el vestido, la salud, el trabajo, la educación. Pero debemos ser sensatos al pedir. Si lo que más nos preocupa son nuestras necesidades materiales, nuestra oración girará principalmente alrededor de ellas.
Nuestra preocupación fundamental en cambio debe ser encarnar la Palabra de Dios, ajustar nuestra voluntad al Padre, así también nuestra oración estará impregnada de hambre y sed de justicia. “Buscad primero el reino de Dios y su justicia…” (Mateo 6:33)
Recordemos pues que: “Dios recompensa al discípulo que ora con sinceridad y compromiso”. Ahora bien, cuando hablamos de que Dios recompensa la oración sincera y comprometida, de qué estamos hablando. Esto nos lleva al tercer punto de nuestro mensaje:
III ¿QUÉ RECOMPENSAS TRAE ORAR (de forma sincera y comprometida)?
Premisa: ¿Cuándo pensamos en recompensas, qué es lo primero que se nos viene a la cabeza? (dinero, bienes materiales) No es posible que contemplemos a plenitud las recompensas de Dios si estamos concentrados esperando abundancia material: sean bienes o sea dinero.
Recordemos que Jesús insta a sus discípulos a buscar lugares íntimos para la oración: “Pero tu, cuando ores, entra en tu aposento...” El teólogo R.V.G. Tasker señala que la palabra griega para el “aposento” (tameion) “se usaba para referirse a la bodega donde pueden guardarse los tesoros”. La implicación, nos dice Stott en su obra “contracultura cristiana” puede, entonces, ser que “ya hay tesoros que nos esperan” cuando oramos.
Jesús nos dice que la primera recompensa que nos da Dios cuando oramos correctamente es que:
1. Escucha la oración, esto es, nos garantiza que “nos ve en lo secreto”
2. Que nos responde: “Nos recompensará en público”.
Cuando acudimos a Dios no estamos acudiendo a cualquiera. Estamos delante del Creador y Sustentador de la tierra. Él es la fuente en donde podemos hallar aquello que necesita nuestra alma. En Dios tenemos entrada directa al capital del Reino de los Cielos: Su Gracia. La paz, la sabiduría, el gozo verdadero no son bienes susceptibles de comercializar. Ni todo el dinero del mundo sería suficiente para adquirir estos tesoros que sólo Dios puede dar.
Y estas riquezas del Reino de los Cielos son de un orden mayor a las riquezas terrenales y sólo, óigase bien, sólo las da Dios.
Quizás estés preguntándote: ¿y qué de las oraciones que Dios no responde? A veces la verdad es que no sabemos pedir. Pero también es cierto que aún su silencio es una respuesta. Dios sabe qué nos conviene y que no. No es el padre alcahueta que da todo lo que su hijo malcriado le pide. Pero si nuestra oración se conecta con sus deseos entonces… hay bomba! Explosión de favores de los cielos, derramamiento de su Espíritu.
APLICACIÓN: Un modelo de oración
Bill Hybels, en su libro: “No tengo tiempo para orar!”, nos dice que es importante tener un esquema para evitar el desequilibrio. Podemos considerar este esquema si bien no es el único, ni perfecto, pero puede ser una referencia. El modelo sugiere cuatro momentos en la oración, a saber:
1. Adoración
2. Confesión de pecados
3. Gratitud
4. Petición
A veces nos quedamos cortos en adorar al Señor con nuestras palabras cuando oramos y llegamos de lleno con nuestras cargas. Pero cuando primero le adoramos, al llegar al momento de la petición ya algunas de ellas han desaparecido por la sola hermosura de su presencia. Algo que nos puede ayudar a adorarle es la lectura de algunos salmos de exaltación. Entre otros, por ejemplo: los salmos 8, 23, 46, 95, 100 y 148. Esta puede ser una excelente pista de despegue a nuestro clamor.
CONCLUSIÓN:
“Cuando el discípulo ora debe renunciar a todo afán de vanagloria, a toda ansiedad egoísta de satisfacción personal y encarnar su clamor. Como recompensa recibe la presencia de Dios y su respuesta”.
sábado, 12 de enero de 2008
CUANDO EL DISCIPULO ORA (Mateo 6: 1 y 5 - 14)
Publicado por
Alexander Wchima
en
22:47
Etiquetas: desierto espiritual, Oración
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